Hombres de letras y de ciencias,
los miembros del blog tienen un gran respeto por el mar. Es que grandes obras
literarias han tenido al océano como protagonista, o sus autores han sido
marineros. De la misma manera los viajes por mar han contribuido grandemente a
la ciencia, aportando descubrimientos, transportando de un lado al otro nuevas
ideas o utilizando y mejorando disciplinas existentes como la astronomía, la
trigonometría o la geografía. El viaje por mar tiene también sus costados
románticos que los modernos vuelos han hecho desvanecer en manos de la
velocidad. La prolongación de las travesías, los peligros de las tempestades,
las malas condiciones de alojamiento durante los viajes, las privaciones y
carencias a las que los marinos se ven sometidos le dan tono heroico a casi
todo desplazamiento oceánico. Varios miembros del staff han pasado por esas
experiencias por diversas motivaciones: sed de aventuras, amores, placer u
oportuno escape de la justicia.
Es por eso que varias veces,
habanos y cognac mediante las charlas frente a la imponente estufa del salón
principal tienen a las travesías marinas como tópico dominante. En ocasiones
alguno de los eruditos relata un viaje que sirvió para olvidar un amor
imposible. En otras el relato se refiere a tifones y tormentas que han puesto
en riesgo sus vidas y el lego tendrá dificultades para comprender completamente
la historia si no está habituado a los términos jarcias, trinquete, cofa o
vergas (con el debido respeto a las damas presentes). Cierta vez la charla se
convirtió en discusión debido a que algunos postulaban que el marino regular (a
diferencia de los piratas, corsarios y demás delincuentes marinos) tenía un
acrisolado sentido del honor y la disciplina sin la cual la actividad sería
imposible de ser llevada adelante. Otro grupo, menos numeroso por cierto,
postulaba que si bien había marinos honorables, también los había canallas como
en cualquier otra actividad humana.
Quien llevaba la voz cantante en
el segundo grupo, un geólogo calvo y menudo, ponía como ejemplo del
comportamiento canallesco al caso de La Rosales una torpedera de la Armada
Argentina hundida en 1892. La conversación fue subiendo de tono y si no llegó a mayores fue por la oportuna aparición de una de las novicias con una botella de Holunderblüeteliqueur, un licor de flores de sauco fabricado artesanalmente por la hermana Helga. La camaradería ganó la partida pero el acalorado tono de la discusión previa impidió que los acontecimientos relatados en torno al naufragio mencionado y más aún, el supuesto comportamiento reprobable de los marinos a bordo quedaran claros. Es por eso que el presente post de Bombilla Tapada relatará los acontecimientos que rodearon al naufragio de la torpedera mencionada y tratará de echar luz sobre el tema, seguramente sin éxito.
Gemela de La Rosales: Espora |
Ya a la madrugada del día siguiente las cosas no pintaban del todo bien. Los vientos provocaban olas de hasta 9 metros que bamboleaban a la torpedera a escasas 200 millas de la costa. Para las 6 de la mañana el Almirante Brown pierde contacto visual con La Rosales. Su capitán (el de la Almirante Brown) cree que el de la Rosales ha puesto proa nuevamente hacia Buenos Aires y sigue adelante rumbo a Europa. La realidad era que la torpedera hacía lo que podía contra la tempestad, que era bastante poco. Al anochecer choca contra una roca que no figuraba en las cartas de navegación. El agua que barría constantemente la cubierta, junto con la que empieza a ingresar por la abolladura del casco terminan apagando las calderas de las máquinas del buque. Para el 9 de julio la situación era dramática. Los oficiales se reúnen en consejo y deciden abandonar el barco. La torpedera La Rosales contaba con dos lanchas de salvamento con capacidad para unos 10 a 12 hombres cada una, un bote a cargo del comandante con disposición para 6 a 8 hombres y un chinchorro (del tamaño de los que se usan en las lagunas para pescar) con capacidad solo para 4. Con mucha buena voluntad podían rescatarse unas 35 personas. El problema era que la tripulación de La Rosales excedía las 70 personas.
Faro de Cabo Polonio |
Carlos Pellegrini |
La supuesta balsa fue también motivo de interés por parte de Hobson. La versión oficial indicaba que el Capitán Funes había instruido al Teniente Victorica para que dirigiera la construcción de una balsa. Consultados los acusados ninguno coincidió al respecto de los materiales utilizados (que palos o mástiles se habían dispuesto como largueros o con qué se los había revestido) a la cantidad de hombres que pretendieron salvarse flotando sobre ella (los números varían tanto como 24 o 7) o el sistema usado para botar la balsa; es decir cómo la bajaron al agua desde la cubierta de la torpedera. Dentro de la misma versión oficial, la balsa fue atada a una de las lanchas pero en algún momento el cabo se soltó y quedó a la deriva perdiéndose de vista. Ni uno solo de los consultados dice haber visto con sus propios ojos la balsa armada y flotando. De modo que el tema de la balsa tiene para el fiscal el mismo valor que el caso del horario de la asamblea. Todo igual de falso.
Monitor El Plata |
El Capitán Jorge Hobson Lowry desarrolló una acusación lapidaria. Los oficiales, contra todos los códigos de honor de las Fuerzas Armadas habían abandonado al resto de los tripulantes a su suerte. Habían mentido sobre la construcción de la balsa. El capitán había abandonado el barco mientras este se hallaba a flote. Según pudo recoger el fiscal de varios testimonios, el comandante en los momentos iniciales de la zozobra ordenó repartir raciones inusualmente grandes de alcohol entre la tropa. En principio para entonar el espíritu en la adversidad pero luego las raciones continuaron repitiéndose de modo que, a decir de Hobson Lowry varios fueron encerrados en las bodegas del barco en total estado de inconciencia. En su mayoría reclutas oriundos de la provincia de Córdoba sin experiencia previa (ni posterior, por cierto) en viajes marítimos. En definitiva, el Capitán Jorge Hobson Lowry acusaba al Capitán Leopoldo Funes de haber abandonado tanto al barco como a la tripulación, y de haber dejado el navío mientras éste flotaba aún, con marineros dentro, cuando los códigos militares indican que en una situación así, el capitán ha de ser la última persona en abandonar el barco. Continuaba Hobson, por si ya no fuera suficiente, que todo esto había sido hecho con premeditación y astucia abusando tanto de la confianza que su tropa depositó en él como de la autoridad que el Estado le había conferido. Pedía entonces lisa y llanamente el fusilamiento para Funes. Diez años de prisión para su segundo, otros diez para un oficial que se declaró falsamente enfermo para no hacerse cargo de otro de los botes y seis años para los restantes oficiales sobrevivientes.
Manuel García Mansilla |
Y eso fue lo que ocurrió. El tribunal absolvió a los acusados y rápidamente la Armada archivó la causa. Nadie quiso volver a hablar del tema.
Rompehielos Irizar |
De cualquier manera si alguna duda cupo sobre la honorabilidad de ciertos hombres de mar, la Armada Argentina tuvo todas las posibilidades de despejarlas participando activamente de los sangrientos golpes de estado de 1955 y particularmente del de 1976 donde quedó clara que la suposición de que una persona es honorable por el sólo hecho de ser marino pertenece únicamente al terreno del mito
Que anden bien.
tremendo! muy bueno!!. Al menos en el correr del siglo XX la Marina siempre fue la fuerza más intolerante, reaccionaria y golpista de todas. Muy bueno el articulo, saludos.
ResponderEliminarDespués del incidente de La Rosales, la marina demostró que siempre se puede empeorar.
EliminarGracias por leer y comentar!!
y yo que me reia del costa concordia!!!!
ResponderEliminarEl capitán Schettino tuvo buenos modelos a quienes seguir.
EliminarGracias por leer y comentar!