lunes, 29 de octubre de 2012

Un éxito monstruoso


               El tipo del que vamos a hablar nació en 1903 y es prácticamente un desconocido. Por lo menos bajo su verdadera identidad. Su nombre era Maurice Tillet y era oriundo de Sudáfrica. Aparentemente era muy inteligente, gustaba de jugar al ajedrez, hablaba varios idiomas (algunos dicen que 14) tenía vocación de poeta y actor.

            Allá por su adolescencia las cosas se le empezaron a complicar cuando su hipófisis no dejó de mandar mensajes de que creciera sin parar. Detectaron que sufría acromegalia (lo que vulgarmente se llama elefantiasis) con lo cual particularmente sus manos y su cabeza tomaron dimensiones monstruosas. Eso determinó que su vocación actoral quedara de lado. De todos modos uno nunca imagina que es lo que tiene preparado el destino para su futuro. Aunque uno no esté ahí para verlo.

            Tratando de sacar provecho de su aspecto, el bueno de Maurice se trasladó a Boston, Estados Unidos, donde comenzó a probar suerte como luchador de catch. Y la tuvo en gran medida. Allá por los años 40, bajo el nombre de fantasía de “El Ángel Francés”  fue un éxito de multitudes. En 1944 venció al campeón vigente Steve Casey coronándose titular de la American Wrestling Asociation.

            La enfermedad hormonal comenzó a pasarle factura con dolores en las articulaciones, hipertensión, diabetes y problemas cardíacos. Debió retirarse de los cuadriláteros y se recluyó en su casa de Massachussets donde recibía a sus escasos amigos con los que pasaba largas horas jugando ajedrez. Finalmente en 1954, a los 51 años Tillet dejó de existir. En su lecho de muerte, no podía moverse mucho por sus problemas de artritis y corazón, un colega luchador llamado Bobby Mangoff le pidió permiso para tomar un molde de yeso de su cara. Maurice Tillet accedió.

            Se hicieron algunas copias de su cabeza. Una quedó en el Museo Internacional de Lucha en Iowa. El otro fue a parar, debido a su patología, al Museo de Ciencias Quirúrgicas de Chicago. Otro se lo quedó Patrick Kelly, el empresario de lucha que lo llevó a la momentánea fama. Hasta aquí nada llamativo, muchos se preguntarán porque escribo esta nota acerca de un perfecto desconocido que quiso ser poeta y actor y terminó sobre el ring a los golpes. Ya van a ver.

            El estudio Dreamworks venía produciendo películas más o menos exitosas (éxitos como Náufrago (Wilsooooon!) o películas intrascendentes como Pequeños Guerreros). Hasta que decidieron poner toda la carne en el asador para dedicarse a la generación de películas de animación digital. Hicieron Antz, el Príncipe de Egipto, La Ruta del Dorado, con éxito limitado. Hasta que pretendieron darle una vuelta de tuerca a las historias tradicionales de los cuentos de príncipes, hadas y ogros.

            Nunca lo han reconocido oficialmente, pero no hace falta ser un fisonomista profesional para reconocer que el aspecto de Shrek es extremadamente similar al de Maurice Tillet. Según estimaciones de analistas financieros, Shrek y sus secuelas no solo salvaron a Dreamworks de la quiebra sino que lo situaron a la vanguardia de los estudios de animación del mundo.

            De resultas que el pobre tipo con vocación de actor que nunca pudo llevarla adelante es hoy uno de los personajes más reconocibles del cine. Muchas veces el destino tiene guardada una sorpresa como en estos casos. Maurice Trillet llegó a ser estrella de cine aunque no por los caminos que hubiera él imaginado.

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