El tipo del que vamos a hablar
nació en 1903 y es prácticamente un desconocido. Por lo menos bajo su verdadera
identidad. Su nombre era Maurice Tillet y era oriundo de Sudáfrica.
Aparentemente era muy inteligente, gustaba de jugar al ajedrez, hablaba varios
idiomas (algunos dicen que 14) tenía vocación de poeta y actor.
Allá
por su adolescencia las cosas se le empezaron a complicar cuando su hipófisis
no dejó de mandar mensajes de que creciera sin parar. Detectaron que sufría
acromegalia (lo que vulgarmente se llama elefantiasis) con lo cual
particularmente sus manos y su cabeza tomaron dimensiones monstruosas. Eso
determinó que su vocación actoral quedara de lado. De todos modos uno nunca
imagina que es lo que tiene preparado el destino para su futuro. Aunque uno no
esté ahí para verlo.
Tratando
de sacar provecho de su aspecto, el bueno de Maurice se trasladó a Boston,
Estados Unidos, donde comenzó a probar suerte como luchador de catch. Y la tuvo
en gran medida. Allá por los años 40, bajo el nombre de fantasía de “El Ángel Francés” fue un éxito de multitudes. En 1944 venció al
campeón vigente Steve Casey coronándose titular de la American Wrestling
Asociation.
La
enfermedad hormonal comenzó a pasarle factura con dolores en las
articulaciones, hipertensión, diabetes y problemas cardíacos. Debió retirarse
de los cuadriláteros y se recluyó en su casa de Massachussets donde recibía a
sus escasos amigos con los que pasaba largas horas jugando ajedrez. Finalmente
en 1954, a
los 51 años Tillet dejó de existir. En su lecho de muerte, no podía moverse
mucho por sus problemas de artritis y corazón, un colega luchador llamado Bobby
Mangoff le pidió permiso para tomar un molde de yeso de su cara. Maurice Tillet
accedió.
Se
hicieron algunas copias de su cabeza. Una quedó en el Museo Internacional de
Lucha en Iowa. El otro fue a parar, debido a su patología, al Museo de Ciencias
Quirúrgicas de Chicago. Otro se lo quedó Patrick Kelly, el empresario de lucha
que lo llevó a la momentánea fama. Hasta aquí nada llamativo, muchos se
preguntarán porque escribo esta nota acerca de un perfecto desconocido que
quiso ser poeta y actor y terminó sobre el ring a los golpes. Ya van a ver.
El
estudio Dreamworks venía produciendo películas más o menos exitosas (éxitos
como Náufrago (Wilsooooon!) o películas intrascendentes como Pequeños
Guerreros). Hasta que decidieron poner toda la carne en el asador para
dedicarse a la generación de películas de animación digital. Hicieron Antz, el
Príncipe de Egipto, La Ruta
del Dorado, con éxito limitado. Hasta que pretendieron darle una vuelta de
tuerca a las historias tradicionales de los cuentos de príncipes, hadas y
ogros.
Nunca
lo han reconocido oficialmente, pero no hace falta ser un fisonomista
profesional para reconocer que el aspecto de Shrek es extremadamente similar al
de Maurice Tillet. Según estimaciones de analistas financieros, Shrek y sus
secuelas no solo salvaron a Dreamworks de la quiebra sino que lo situaron a la
vanguardia de los estudios de animación del mundo.
De
resultas que el pobre tipo con vocación de actor que nunca pudo llevarla
adelante es hoy uno de los personajes más reconocibles del cine. Muchas veces
el destino tiene guardada una sorpresa como en estos casos. Maurice Trillet
llegó a ser estrella de cine aunque no por los caminos que hubiera él
imaginado.
Si Pitti; ¿que opinas?
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