domingo, 11 de octubre de 2015

Mi único héroe en este lío. El Teniente Coronel Stanislav Petrov

      Además de los jardineros y parquistas que atienden los terrenos exteriores da la sede del blog un grupo especial de botánicos se encarga de mantener el frondoso jardín de invierno que remata el ala norte del edificio. Bellísimas especies autóctonas y exóticas adornan en delicada armonía el recinto vidriado que les brinda cobijo y resguardo de los cambios de clima. El centro del tinglado de cristal posee un vitreaux ovalado cuyo dibujo polícromo representa la Academia griega debajo del cual varios miembros del blog elijen departir amablemente durante las tardes saboreando una taza de te verde Long Jing o quienes prefieren los sabores algo más fuertes un oolong Tie Guan Yin. Los responsables del recinto prohíben abiertamente fumar en su interior bajo amenaza de expulsión por lo que el ámbito es aprovechado como zona de reunión de quienes detestan el humo del tabaco.

      Precisamente en uno de estos corrillos fue que los catedráticos charlaban sobre los diversos héroes que se honraban en cada uno de sus países de origen. Así el Contador mexicano que se encarga de las auditorías internas refería la historia del sacerdote Miguel Hidalgo y Costilla. El calígrafo polaco que honra nuestras instalaciones con su trabajo en el área de manuscritos de nuestra biblioteca mencionaba a Tadeusz Kosciuszko ingeniero y líder militar considerado el más brillante de los generales de esa nacionalidad. Nuestro especialista en filatelia, un doctor griego, exponía sobre Laskarina Bubulina, heroína de la independencia griega.




Stanislav Petrov
     Oculto tras las hojas de una Aristoloquia Elegans nuestro catedrático ruso, especialista en armamento medieval y renacentista guardaba un sospechoso silencio. Sus ojos permanecían semi cerrados debajo de sus tupidas e indómitas cejas. De pronto terció en la charla con su profunda voz de inconfundible acento: - Ustedes mencionan, y con justificación, nombres de personas a las que consideran héroes, pero que seguramente habrán tenido y quizá sigan teniendo, detractores. Sin embargo es probable que nunca hayan escuchado hablar de Stanislav Petrov, un casi anónimo ruso que con su acción individual logró que el mundo siga siendo un lugar donde sea posible tomarse un té a la sombra de unas bellas plantas y del que casi nadie conoce su existencia. Un verdadero héroe para toda la humanidad.



     Semejante arranque llamó tanto la atención de sus contertulios que es esa la historia que la presente nota pasará a relatar. Terminaremos en el centro de la Rusia europea, en Kaluga, pero antes vamos a ponernos en situación de como estaban las cosas políticamente hablando a principios de la década del 80.

      Desde fines de la Segunda Guerra y a pesar de haber luchado en el mismo bando, Rusos y Norteamericanos no dejaron de mirarse con recelo. Nunca hubo acciones bélicas de uno en territorio del otro pero si numerosos episodios de peleas entre ellos en territorios ajenos. Vietnam, Corea, o Afganistán entre otros fueron lamentables testigos de esta actividad. En 1962 y como consecuencia de un fallido intento y la filtración de planes secretos de invasión a Cuba por parte de los Estados Unidos, la Unión Soviética dispone la instalación de una base de misiles nucleares en ese país caribeño, a escasos 350 kilómetros de las costas de Miami. La tensión aumentaba conforme el barco ruso con los misiles avanzaba por el Atlántico hacia Cuba. Finalmente los esfuerzos diplomáticos dieron resultado y a cambio del retiro de una base norteamericana similar en Turquía, a escasa distancia de la frontera rusa, el barco cuestionado puso nuevamente proa hacia Moscú y el mundo se salvó, dicen, por escasas horas de volar por los aires en un estallido de misiles y bombas nucleares.

      Algo más cerca en el tiempo, durante la década del 80, las cosas comenzaron a ponerse espesas nuevamente. Los Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (es decir la Europa no soviética) organizaron un ejercicio bélico tan real, llamado Able Archer, que los rusos creyeron que en verdad culminaría con un ataque nuclear sobre su territorio y el de sus aliados. A tal punto que ordenaron movilizar sus tropas en Alemania Oriental y Polonia. Para espesar más aún el caldo el 1º de setiembre de 1983 el vuelo 007 de Korean Air de Corea del Sur ingresó al espacio aéreo soviético sin autorización y aviones SU-15 y MIG-23 con dos certeros disparos lo hicieron estrellarse en el mar con sus 269 pasajeros incluidos, 62 norteamericanos entre ellos.

Serpukhov-15
      Definitivamente el horno no estaba para bollos. Cualquier provocación o hecho interpretado como tal podía encender una chispa imposible de apagar más tarde. Así llegamos a la noche del 26 de setiembre de ese año en Kaluga, como dijimos antes, cerca de la localidad de Kurilovo, en una instalación militar llamada Serpukhov-15. Allí una inoportuna enfermedad de quien tenía que cubrir el turno noche pone al mando del monitoreo al Teniente Coronel Stanislav Yevgráfovich Petrov, nuestro héroe en la presente nota. El trabajo de Petrov al frente de la instalación consistía en monitorear los datos que el sistema de defensa soviético entregaba y era habitualmente rutinario y hasta aburrido, hasta las 00:14 de esa noche.

Minuteman
      A esa hora, el sistema Oko de detección satelital emitió una alarma. Según los datos recibidos, desde la base Malmstrom en Montana, al norte de los Estados Unidos avanzaba por los aires un misil Minuteman LGM-30 con indudable rumbo a la Unión Soviética. Estos misiles, de 18 metros de largo y 32.000 kg de peso portan en su nariz 3 ojivas nucleares de 350 kilotones cada una. Como para dar una idea, ese arma por si sola es 70 veces más poderosa que la bomba Little Boy que borró del mapa a la ciudad de Hiroshima. Y no solo es poderosa en destrucción sino también en velocidad. Recorre los 12.000 km que tiene de alcance en unos 20 minutos. Y ese era el tiempo que Stanislav Petrov tenía para informar la novedad aunque podría tratarse de una falsa alarma.


Ronald Reagan
       Ahora bien, los estrategas militares rusos muchas veces habían imaginado una situación por el estilo. ¿Que hacer si alguna vez Ronald Reagan perdía los estribos y lanzaba un ataque nuclear contra posiciones soviéticas? La única respuesta posible era contestar con la mayor violencia disponible. Nada de guardar la proporción de fuerzas, la estrategia se basaría en provocar el mayor daño posible al enemigo y procurar minimizar en lo que se pueda los propios. Evidentemente que los norteamericanos evaluaban unas medidas parecidas para el caso recíproco y por esas cuestiones del espionaje debían estar al tanto de las posibles tácticas rusas. Entonces, pensó el Teniente Coronel Petrov ¿Tiene sentido que los Norteamericanos pretendan comenzar un ataque nuclear con un solo misil? Cualquiera de los dos bandos que intentara comenzar un ataque serio utilizaría cientos de misiles al mismo tiempo.

Satélite Mólniya
      Stanislav Petrov decidió esperar en lugar de disparar las alertas al alto mando soviético. Estaba convencido de que debía tratarse de algún tipo de error. Mientras pretendía tranquilizar al personal a su cargo las alarmas se encendieron nuevamente. Según Oko el sistema que coordinaba las informaciones de los satélites Mólniya, cuatro Minuteman más habían partido desde los Estados Unidos hacia Rusia. Algunos de los oficiales que secundaban a Petrov comenzaron a sudar frío. Un error del sistema podía explicar el primer misil, pero ¿cinco errores consecutivos? Era poco creíble. De cualquier modo la disciplina militar fue respetada y nadie pasó por encima de la autoridad del Teniente Coronel, el oficial de rango más alto dentro del Serpukhov-15.

      ¿Podía el sistema haberse equivocado cinco veces? ¿Tenía sentido que los norteamericanos desafiaran a una potencia nuclear de tamaño similar al suyo con tan solo 5 misiles y sin movimientos previos ni aéreos, ni de tropas terrestres ni de buques? Pero por otra parte ¿Que pasaría si realmente esos misiles estuvieran acercándose cada vez más a su país y él, responsable de dar la voz de alarma, no lo hubiera hecho? ¿Tenía sentido iniciar una contraofensiva que tendría consecuencias nunca vistas por 5 errores del sistema? Los nervios no hacían más que crecer en el bunker conforme los minutos pasaban y los misiles deberían estar avanzando hacia su objetivo. Las conclusiones que Petrov sacaba de unas y otras preguntas eran abiertamente contradictorias. Pero íntimamente creía (o quería creer) que se trataba de un poco probable error.

      En algunos minutos mas él y todos los rusos lo sabrían. Los radares en tierra detectarían la aproximación de los misiles a la superficie. Pero si así fuera ya no habría tiempo para nada más, ni evacuaciones, ni contramedidas. El Kremlin establecería un contraataque fulminante y la vida en el planeta tal como la conocemos sería un bello recuerdo. Por no mencionar que su cabeza, en caso de permanecer junto a su cuerpo, tendría un alto precio para el Estado Mayor Soviético.

      Finalmente, al tiempo que los misiles deberían estar penetrando en el espacio aéreo ruso, las alarmas cesaron. Ningún radar pudo detectar ningún objeto acercándose en el rumbo que los satélites marcaban. El cruce de información que el sistema Oko hacía de forma automática no encontró coincidencia en la confirmación de datos y las alertas cesaron. Todos los oficiales corrieron a abrazar a Stanislav quien luego de las muestras de reconocimiento se tumbó el un sillón y brindó con abundante vodka el éxito de su decisión acertada. Había impedido el inicio de un holocausto nuclear, apenas. Mas tarde se supo que la mala lectura provino de una conjunción entre la posición del sol y un banco de nubes inusualmente alto que generó una alteración electromagnética imprevista para los sensores del sistema

      Al amanecer el General Yuri Votintsev somete a Petrov a un intenso interrogatorio llegando a la conclusión de que a pesar de no cumplir con la norma y no avisar a sus superiores el Teniente Coronel había obrado de manera correcta y que de ser por él recibiría un amplio reconocimiento. Sin embargo el Kremlin no opinaba del mismo modo. Premiar a Petrov sería admitir la falencia del sistema de alerta y sus componentes y poner en duda la eficiencia de la tecnología rusa. Petrov no recibe sanción ni reconocimiento público. Es enviado a cumplir tareas de menor cuantía y retirado del ejército rojo tiempo después. El incidente no fue conocido por occidente sino hasta después de la disolución de la Unión Soviética cuando el General Votintsev en 1990 decidió publicar sus memorias. Petrov vive de su pensión que no alcanza a los U$S 300 al cambio actual. Fue reconocido desde ese entonces con numerosos premios que los Parlamentos de diversos países le entregaron y aún por las Naciones Unidas. En todos los casos en que el premio incluyó dinero, él lo cedió a algún miembro de su familia más necesitado. Sólo apartó lo suficiente para comprarse una aspiradora para el departamento en el que vive.

      Si alguna vez la suerte los lleva a las cercanías de Moscú tómense el tren que sale de la estación Yaroslavsky y luego de recorrer 25 kilómetros desciendan en Friánzino. Allí en un modesto complejo de monoblocks vive el ex Teniente Coronel Petrov. Pregunten por él, es una especie de celebridad en la zona, muy a su pesar. Analistas militares establecieron que, de haberse desatado una contienda nuclear en ese momento, hoy faltarían del planeta entre 2.000 y 3.000 millones de personas.


Agradézcanle de mi parte su valeroso acto de sensatez.

Que anden bien















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