domingo, 24 de marzo de 2013

Fútbol y la lógica del hincha. Un desafío a la razón

           El fútbol es un deporte maravilloso. Tan solo basta con llevar una pequeña investigación (hoy resulta sencillísimo, Internet mediante, hacerlo) para encontrar enormes listas de deportes (ecuestres, con pelota, de carreras de algún tipo, de lucha, por equipos, individuales y siguen las firmas) sin que tan siquiera otro pueda opacar la popularidad del fútbol. Latinos, sajones, orientales y asiáticos son capaces de llegar a extremos ridículos por culpa del fútbol tan solo comparables a discusiones políticas o religiosas. Muchos plantearon sus hipótesis acerca de los porque de tal popularidad. Este post no tiene como objeto teorizar al respecto sino ver las cosas desde otro lado. Sin embargo le voy a prestar un párrafo (o dos) al tema.

           Ni falta que hace que explique uno que el fútbol es un deporte de carácter colectivo. Cuando está bien jugado contiene características estéticas comparables a la de una danza. Decir que se trata de 22 tipos corriendo detrás de una pelota es de una banalidad infantil comparable a decir que la Gioconda consiste en unos centímetros cuadrados de tela y 250 gramos de pintura. En el campo de juego se desarrollan las más variadas características humanas. La velocidad y la fuerza. La astucia y el sacrificio. La habilidad del delantero que sorprende tomando un rumbo que el defensor no esperaba. La voluntaria entrega de un compañero que se aleja de la jugada a fin de que su defensor lo siga, renunciando al protagonismo, pero dejando el camino despejado para su camarada. La desenfrenada búsqueda del balón por parte del arquero aún a riesgo de su propia integridad física. 

           Como los sobresaltos en las buenas películas de terror, su máxima emoción, el gol, está sabiamente dosificado. A veces, como el amor, nunca aparece. Otras veces, también como el amor, es fruto de un error. La vida se parece al mismo fútbol. A veces conviene esperar. Otras atacar de modo salvaje. Otras apoyarse en alguien que sabe hacer mejor las cosas. Lo expuesto, torpemente, pretende dar motivos para que desde Corea hasta Brasil, pasando por Bélgica, el fútbol despierte tantas pasiones a tantos pueblos de idiosincrasias diametralmente opuestas. 

         Por mucho que sus reglas deban ser explicadas a algún/a descolgado/a que aún no las conozca, las victorias en este deporte se manifiestan de forma explícitamente clara. Quien logra que la pelota ingrese (de forma lícita) dentro del arco ajeno la mayor cantidad de veces, es el ganador. En tanto que, dentro de un campeonato cualesquiera, quien logre la mayor cantidad de puntos (sea mediante victorias o empates) también es el ganador del torneo. De cualquier modo y a pesar de haber desarrollado el tema de lo que ocurre dentro del campo de juego durante 4 párrafos, no es este el motivo de la presente nota sino lo que ocurre fuera del césped. Aún fuera del mismo estadio. Aún días o semanas después de que un partido o un torneo ha concluido. 

       El hincha de fútbol es un personaje fundamental en esta historia pero completamente prescindible. No juega, no diagrama, no entrena, no corre, no transpira. Sólo canta y grita. Sin embargo de él se trata esta nota. Y particularmente de su extraña lógica que le impide admitir derrotas. Con una subjetividad a prueba de balas es capaz de esgrimir los más retorcidos argumentos a fin de desmentir una derrota aún frente a una caída por 5 a 0 de su equipo. Para ello se vale de algunos tips que vamos a desarrollar de acá en adelante. Tomen asiento:

Argumentos histórico-aritméticos

       Perdimos 4 a 0. Que le vamos a hacer. Los eventuales simpatizantes del equipo rival se aprestan a una semana completa (o aún más) de goce a nuestra costa. Es ahí donde tenemos que revolver en la historia del profesionalismo para buscar si encontramos una victoria nuestra (aunque hayan pasado 50 años y sus protagonistas no recuerden ya ni sus propios nombres) por un margen en lo posible mayor. Lo que suscitará un diálogo por el estilo:

Hincha del vencedor      -"Jaja, les ganamos 4 a 0"
Nosotros                   -"Si, pero nunca vamos a perder por 6 a 0 tal y como les ganamos a ustedes en la Copa General Sandunga en 1938. ¡Manga de fracasados!" 

       Puede que por mucho que recorramos el historial futbolístico mutuo no encontremos ningún argumento por el estilo para rebatir nuestra humillante derrota. El plan B es entonces buscar una derrota de nuestro vencedor a manos de cualquier otro equipo. Tampoco importa si fue nacional, internacional, actual o pretérita. Debemos encontrar y esgrimir, que haber perdido por mayor diferencia es una mancha que no se quita con nada y que no la lavará ninguna victoria posterior. El diálogo se planteará en los siguientes términos:

Hincha del vencedor      -"Jaja, les ganamos 4 a 0"
Nosotros                  -"Si pero a nosotros nunca nos hicieron 7 como les hizo a ustedes Defensores de Piedra del Águila en el campeonato del 44. ¡Manga de fracasados!"

Argumentos meramente históricos.

        La misma situación que en ítem anterior. Perdimos categóricamente. Esta vez no importa por cuanto, puesto que vamos a defendernos a pura estocada de carácter histórico. Ahora utilizaremos los campeonatos, copas, victorias, rachas y todo aquello que nosotros hayamos hecho y que ellos no. Obviamente desestimaremos cualquier mérito rival, y sobre valoraremos los nuestros. Se han de plantear los retruécanos del siguiente modo:

Hincha del vencedor  -"Jaja, les ganamos 4 a 0"
Nosotros                 -"Cuando ganen 5 copas Cambá-Pororó como nosotros vengan a cargarnos. ¡Manga de fracasados!"

      Aquí podrá echarse mano de cualquier situación asimétrica que se plantee. Haber jugado en divisiones menores, haber descendido, no haber ganado copas internacionales, haberlas jugado pero haberlas perdido, haber tardado en salir campeón, que el cociente entre cantidad de años desde su fundación y cantidad de campeonatos sea mayor que el nuestro. En fin, un verdadero festín para los malabares justificativos del lado de los hinchas más creativos. 

Argumentos totalmente extra futbolísticos

      Aquí podremos optar por apelar a la cantidad de hinchas del rival o a su supuesta cobardía. A lo insistente de sus cantares o a su concurrencia o no a canchas ajenas o a una supuesta condición de homosexualidad generalizada a toda la parcialidad rival. Cualquier cosa es válida en lugar de aceptar que el otro, cuanto menos esta vez, jugó mejor. Ilustraremos a continuación, para mejor detalle de lo expuesto, con algunos ejemplos no excluyentes:

Hincha del vencedor      -"Jaja, les ganamos 4 a 0"
Nosotros                   -"Si, pero nosotros les llenamos La Covacha de San Cachuflo y ustedes cuando vienen a nuestro Gigante de Coronel Cildañez traen 40 personas. ¡Manga de fracasados!"

      O si no:

Hincha del vencedor       -"Jaja, les ganamos 4 a 0"
Nosotros                   -" Si, pero ustedes se hacen acompañar por la Policía y nosotros aguantamos los trapos en todos lados. Yo los vi correr por la Avenida Petorutti. ¡Manga de fracasados!"  

      Otra opción podría ser:

Hincha del vencedor -"Jaja, les ganamos 4 a 0"
Nosotros                   -"Si, pero nuestra hinchada, Los Hiperquinéticos de las Gradas, cantó todo el partido. En cambio el otro día cuando perdían ustedes 1 a 0 contra Balbastro Atletic, estaban todos mudos. ¡Manga de fracasados!"

      He escuchado (y aún leído) a personas que aparentan ser completamente racionales, que desempeñan con exquisita solvencia sus tareas habituales (hasta con cierto destacado éxito) sostener un diálogo como el que se muestra:

Hincha del vencedor  -"Jaja, les ganamos 4 a 0"
Nosotros                   -"Callate. No ves que ustedes son todos putos. ¡Manga de fracasados!"

(En este caso, la homosexualidad como acusación general no es excluyente. Puede sostenerse sin ponerse colorado y sin demostrar una sola pizca de lógica, que la simpatía hacia tal o cual escuadra deportiva rival, convierte a sus hinchas alternativamente en mansfloras, pechos fríos, pusilánimes, cobardes o cualquier otra característica que se considere negativa a la vez que la pertenencia a la parcialidad propia confiere de modo indudable condiciones de virilidad, valentía y estoicismo)

      Y por último, pero no por ello menos válido:

Hincha del vencedor  -"Jaja, les ganamos 4 a 0"
Nosotros                   -"Si, pero nuestra hinchada tiene trompetas. ¡Manga de fracasados!"

      Como podrán apreciar entonces, tal como se desarrollaba en el mismo primer párrafo de la presente nota, el fútbol es un deporte maravilloso, pero sus cualidades más curiosas ocurren sin duda, fuera de las canchas. Resulta a veces, menos curiosa una gambeta de Messi o una atajada de Iker Casillas, que los complicados giros dialécticos con que los hinchas proponen ser mejores. Disfrutemos de lo mejor que el fútbol tiene para darnos que es su belleza natural, que transcurre únicamente durante los 90 minutos del juego. Lo demás es cartón pintado. El que gana es porque lo ha hecho mejor que su rival, aún si se cuelga del travesaño durante todo el partido. Juntémonos a ver fútbol sin importar de que equipo es cada uno. Si algo no tiene sentido es pelearse por pertenecer a tal o cual parcialidad. Los invito a todos a llenarse los ojos  del bello espectáculo que ocurre en el césped. A todos menos a los de Toneleros Unidos, esos son unos medrosos timoratos del demonio

     Buenas tardes!







domingo, 17 de marzo de 2013

Como ser famoso (muy) sin que nadie conozca ni tu nombre ni tu cara

     Por mucho que nos quejemos de nuestros trajines diarios, nuestra vida es mucho más relajada que la de nuestros primos de las cavernas. No tenemos que escapar a galope vivo de la amenaza de un oso o un tigre diente de sable. Ninguna tribu enemiga viene a usurparnos violentamente nuestro pozo de agua y conseguir alimentos en el supermercado es mucho menos riesgoso que lancear a un mamut.

      Sin embargo, según los antropologos, nos quedan las ganas de recibir esos estímulos exitantes y hemos encontrado una manera en que podamos sublimar esa carga de agresión y peligros de un modo mayormente incruento. El deporte.
 
     En general la cosa está diseñada de modo que existan derrotas simbólicas de las que nadie salga físicamente lastimado (o al menos no como objetivo del juego). Correr más rápido que los demás en lugar de que nos persiga un oso. Batir la valla enemiga en lugar de pelear por un campo de pastoreo o un oasis nos hace repetir de modo incruento ese deseo primigenio de adrenalina y batallas. Luego, con el avance de la civilización y los negocios la práctica de disciplinas deportivas queda mayormente relegada a profesionales del asunto dejándonos a los simples mortales con el nada cómodo trabajo de sufrir las evoluciones de los deportistas desde afuera. Acá lo que funciona como mecanismo de exitación del instinto cavernícola ( y vaya si no cumple a veces) es la identificación del espectador con alguno de los contendientes. En realidad les mentí, de entre todos los deportes más populares, la enorme mayoría plantea derrotas simbólicas menos uno. El Boxeo. El fin último del boxeo es provocar el mayor daño posible al contendiente (y obviamente evitar que nos lo sea provocado). Hay quienes hablan de arte de los puños, que es casi como una danza y no se cuantas alegorías líricas más. La cuestión es que, frente a una pelea de boxeo, lo que realmente vemos son dos tipos intentando arrancarse el hocico el uno al otro.
 
      A pesar de mis comentarios en contra, debo admitir que el boxeo me gusta y he podido disfrutar de algunos púgiles de técnica agradable de ver y recuerdo peleas memorables. Hoy vamos a hablar de un boxeador de no mucha fama. En realidad no tiene mucha fama en lo personal pero, de algún modo se ha convertido en muy famoso. Tan famoso que quizá para algunos sea el arquetipo del boxeador. Tiene un récord pésimo, nunca fue campeón del mundo ni de nada. Mayormente le llenaron la cara de dedos. Peleó contra boxeadores que eran o fueron luego campeones del Mundo y siempre perdió. Pero les puedo asegurar, que salvo uno o a lo sumo dos púgiles en la historia del boxeo mundial han llegado a ser más famosos que él, aunque muy pocos conocemos su nombre. A esta altura seguro que no entienden absolutamente nada, y es lógico que así sea. Vamos a empezar a aclarar antes de que se haga definitivamente de noche.
 
      El tipo está vivo y hoy por hoy tiene un negocio de venta de bebidas alcoholicas. Nació en 1938 en una zona de New Jersey llamada Bayonne. Comenzó a boxear en 1964 y rápidamente fue conocido bajo el apelativo de: " The Bayonne Bleeder" (el Sangrador de Bayonne). Normalmente los púgiles llevan un sobrenombre que meta miedo (Maravilla, Mano de Piedra, Látigo) pero nuestro amigo Charles Wepner (que de él se trata esta nota) lleva el mote de "Sangrador" por la facilidad con la que se le producían cortes en el arco superciliar, terminando casi invariablemente sus combates con su rostro cubierto de sangre, pero propia. Su record es de 56 peleas: 35 ganadas (17 de ellas por Knock Out) 14 perdidas y 2 empates. Nada destacable. Peleó contra George Foreman, Sonny Liston, Joe Bugner y Duane Bobick, todos ellos destacados boxeadores de la época, resultando vencido por todos ellos. Ya tenía 37 años cuando un golpe de suerte (nada raro para un boxeador) dio un vuelco a su vida para siempre.
 
      Se preparaba la pelea entre George Foreman y Cassius Clay. Los dos mejores boxeadores de peso completo de la época (año 1973). Chuck Wepner es propuesto como rival de Foreman para después del combate entre ambos. Le habían ofrecido una bolsa de 100.000 dólares y la idea era que George pudiera vencerlo con facilidad. Pero Clay se interpuso en su camino y en una ya mítica pelea llevada a cabo en Zaire (Ali Bumba Ié) Cassius se quedó con el título mundial. Parecía que la única posibilidad de juntar unos dólares y fama se le desvanecía a Chuck Wepner entre los dedos. Sin embargo y contra todos los pronósticos Cassius Clay aceptó tenerlo como rival. Era para Wepner la pelea de su vida. Alguien que venía juntando unos dólares peleando en clubes de mala muerte, de repente tenía la posibilidad de enfrentanrse con el mítico campeón mundial de todos los pesos.
 
      Si alguien creía que Wepner podría llegar a hacer algún papel digno frente a Cassius Clay esos no eran los apostadores. Las apuestas estaban 30 a 1 obviamente en favor de Clay. Y la pelea se desarrolló en los términos esperados. Clay bailoteando el ring, demostrando un dominio total de la escena y Wepner recibiendo golpes y sangrando, tal era su costumbre. Hasta el 9º round.
 
      Decidido a quemar las naves El Sangrador de Bayonne salió a buscar un milagro antes de que fuera decididamente tarde. Un violento golpe de derecha en las costillas de Clay mandó sorprendentemente al campeón a la lona. Cassius Clay recibió la cuenta de 8 y pudo proseguir el combate. En ese entonces los enfrentamientos por el título mundial se desarrollaban a 15 asaltos. Clay se cansó de pegarle los 6 rounds restante provocando más hemorragias pero ninguna caida. Wepner resistía el castigo de pié, sin atinar a otra cosa que cubrirse y tirar algún tímido golpe. A los 2 minutos 40 de la última vuelta, Wepner apoya la rodilla en tierra y el árbitro de por ganada la pelea a Cassius Clay por Knok Out técnico. Hasta aqui, una historia atrayente pero sin ningún dato que la vuelva extraordinaria.
 
      Lo extraordinario pasó en la platea del estadio. Un tipo, que hacía sus primeras armas en Hollywood y que a la espera de algún papel importante como actor, se ganaba el pan escribiendo guiones, estaba mirando la pelea esa noche en Cleveland. Quedó tan impresionado con lo que había visto que se encerró en su casa durante tres dias posteriores al match y salió de allí con el guión de una película. El guionista se llama Sylvester Stallone y la película es Rocky.
 

      Sylvester, que había trabajado como actor secundario en algunos capítulos de la serie policial Kojak y como extra en alguna que otra película, saltó inmediatamente a la fama. El film ganó el Oscar a la mejor Película y Stallone estuvo nominado como Mejor Actor y Mejor Guión (luego de esto la Academia de Hollywood nunca más se acordó de él, y creo, con razón). Pero Wepner no vió ni un solo dólar.
 
      En 2003 el Tribunal Supremo de New Jersey hizo lugar a la demanda de Wepner contra Stallone por 15 millones de dólares. Antes de la sentencia ambas partes llegaron a un arreglo extrajudicial y todo terminó. Nunca se supo cuanto pagó don Sylvester por haber usado la vida de Wepner como catapulta el éxito.
 
     La próxima vez que el cable repita por pincuagésima vez la película Rocky tengan a bien recordar al Sangrador de Bayonne, cuanto menos para que tenga el apoyo moral que merece.
 
      Acá abajo pegué el link donde van a poder ver algunos rounds de la mítica pelea, perticularmente el 9º donde el campeón se pegó flor de susto.
 
      Un pis y a la cama. Buenas Noches.
 
 
 
 
     

domingo, 10 de marzo de 2013

Chavez, gatos huérfanos y Kretinas

      Hace unos días, falleció finalmente el Presidente de Venezuela Hugo Chavez Frias. Entre las nuevas costumbres que algunos frecuentan, tales como Halloween o Saint Patrick Day, se verifica la presencia de una bastante más molesta que consiste en que cualquier acontecimiento (la muerte de un presidente extranjero, la caída de un meteorito en Rusia o la victoria de un maratonista en Pekín) es convertida en un motivo para pegarle palos al gobierno nacional. Algunos lo llaman "tiro por elevación". Yo me niego. El tiro por elevación, sea de carácter bélico o futbolístico, tiene cierta gracia matemática y hasta alguna pretensión estética, condición de la que estos torpes mandobles carecen por completo.

        Y es que los comentarios y peor aún, los cartelitos, hábilmente confeccionados por algunos e ingenua y cándidamente reproducido por muchos, Facebook mediante, tienen un hilo conductor que se repite en su matriz profunda desde hace algún tiempo. El odio.

     Primo hermano del miedo, el odio posee una categórica componente irracional. Digamos para diferenciar, que hay alguna gente que teme, por ejemplo al agua como consecuencia de haber tenido alguna experiencia traumática con el líquido elemento en el pasado. Ahí tenemos un miedo justificado. En cambio quien teme a las cucarachas, por poner un ejemplo, no podrá encontrar en la vasta literatura (a excepción honrosa de la Metamorfosis de Kafka) ningún ejemplo de daño causado a nadie por uno de estos desagradables insectos. Sin embargo allá van, a los saltos y gritos, escapando mientras chocan contra las sillas a la sola vista de la intempestiva aparición de uno de estos bichos contra un zócalo. 

      Supóngase Ud. por un instante, un importador, digamos, de gárgolas de bronce búlgaras. Debido a ciertas medidas de protección a la industria nacional, de buenas a primeras, los eventuales compradores de gárgolas comienzan a preferir los productos fabricados en el país en detrimento de su próspero negocio. Déjeme decirle, que si Ud no ve con simpatía semejantes medidas, lo entiendo. No justificaría de ningún modo el odio pero sí el enojo o la ofuscación. 

     Del mismo modo si usted es de los que tiene ingresos suficientes como para generar un ahorro mensual y estaba acostumbrado a comprar divisa extranjera (aunque sea éticamente objetable) los controles cambiarios deberían generarle alguna o mucha molestia. Nuevamente de ahí al odio hay un abismo, pero sus sentimientos de contrariedad contra tales medidas tienen de donde aferrarse.

      La posición inexplicable es la de los sujetos de clase media, compañeros de trabajo, amigos del barrio y demás deudos, que comparten con uno no sólo ámbitos comunes sino posición social. Tipos que vieron como paritaria tras paritaria sus ingresos mejoraban. Cuentapropistas que comienzan a no dar a basto con los pedidos de trabajo. Comerciantes a los que los supera la demanda. Estudiantes becados, jubilados que gozan de un PAMI que ahora les sirve, beneficiarios indirectos de las asignaciones por hijo y demás planes (los beneficiarios directos gastan el dinero en algún lado, por ejemplo en el almacén, lo cual beneficia al almacenero). Uno lee, escucha y ve y no puede creerlo. Esa gente está poseída por un disconformismo crónico vecino lindero del odio.

     ¿De donde viene? ¿Como puede ser que, por ejemplo, durante la etapa de YPF privada se generaran interminables colas para cargar combustible y ahora, con la YPF en manos del Estado Nacional ello ya no ocurra y no tengan la decencia de reconocerle ningún mérito al gobierno? ¿A que se debe que, como otro ejemplo, hoy en día el 100% de los equipos de aire acondicionado que se venden sean fabricados en el país cuando antes teníamos una participación minoritaria y a esta gente no se les mueva un pelo?

      Me voy a meter en un terreno pantanoso. Es una teoría que involucra una rama del conocimiento de la que se poco. De cualquier si debiera remitirme solo a hablar de lo que se, rápidamente quedaría mudo. Creo que la respuesta a este comportamiento tan extraño tiene que ver con la psicología (con perdón y debido respeto a los psicólogos que eventualmente puedan leer este artículo).

      Hace algún tiempo, mi suegra tenía una gatita, que por esas razones de la vida había quedado huérfana antes aún de abrir los ojos. La pobre mascota fué alimentada con una mamadera de cotillón (con las que juegan las nenas a alimentar a sus muñecos) con un gomín de bicicleta en la punta (para los que no lo saben por ser demasiado jóvenes, las bicicletas tenían en las válvulas de sus neumáticos un pequeño cilindro de goma que dejaba entrar el aire pero no lo dejaba salir). Como consecuencia de esta condición anómala en su vida, la gata al crecer no se reconocía como tal. No era una gata. No se relacionaba con los demás gatos. Estaba convencida que no era uno de ellos a pesar de que, visto por un ojo imparcial, su fisonomía externa coincidía con la de cualquier gato, su psiquis negaba esa realidad tan evidente.

      Creo que ya van imaginando a donde quiero llegar.
  
   Dos de las revistas más vendidas en la Argentina, luego de Pronto y Paparazzi (dedicadas al intrascendente boludeo farandulario) son Caras y Hola. Estas últimas retratan la vida, obra y hacienda de personas cuyas vidas tienen en común con las nuestras el solo hecho de que ambos respiramos. Mansiones, vehículos, fiestas y lujos que nunca alcanzaremos (ni siquiera estamos seguros de querer alcanzar) son obscenamente expuestos semana tras semana en las tapas y páginas interiores de las citadas revistas para solaz que quienes las compran y leen. ¿Que es lo que les puede interesar de la vida u opiniones de quienes tan lejos están social y económicamente de uno? ¿Que mecanismo funciona para que semejante porquería sea un éxito editorial? Arriesgo una respuesta:

       Arrimarse al exitoso o al famoso, aunque sea por la ventana contagia de celebridad. Supongamos que un muchacho que ha vivido a la vuelta de nuestra casa se ha convertido en un exitoso actor, pintor, músico o lo que fuere. Siempre estaremos tentados de decir, cuando se lo nombre: "Ese vivía a la vuelta de casa" como si haber compartido verdulería nos salpicara de fama. Y en este caso sucede el milagro de la transferencia de odio.

      Como dijo Arturo Jauretche: "Ignoran que la multitud no odia, odian las minorías. Porque conquistar derechos provoca alegría mientras que perder privilegios provoca rencor". Y es entonces, cuando el humano/gato huérfano deja de reconocerse gato y cree pertenecer a la minoría que perdió los privilegios cuando en realidad conquistó derechos mimetizándose con la clase social perjudicada tan sólo en el orden de los reclamos. No se le parece en nada, los verdaderos damnificados gastan en una cena lo que él en un mes de supermercado, sin embargo, tanto ansía parecerse que montado en un Renault 12 modelo 85 grita por que no puede comprar dólares. Desde detrás del mostrador de la zapatería despotrica contra la supuesta inseguridad jurídica que impide el ingreso de inversiones extranjeras, mientras el salón de ventas no tiene sillas suficientes para albergar a sus clientes (un pie con zapato y el otro solo con media a la espera del mocasín marrón número 41). Publica en Facebook desde su Smartphone que la cornuda viuda yegua podrida de Kretina atenta contra la libertad de expresión mientras postea una foto del cuerpo de un chancho con la cabeza de la Presidenta.

       Las imágenes de las exequias de Chavez son impresionantes como lo fueron las de Néstor y anteriormente las del General Perón o las de Eva. De todos modos, el odiante no se conmueve. No cree ser parte de ese pueblo dolido. No se reconoce ni beneficiario directo ni tangencial de ninguna de las políticas implementadas. Como en la anécdota del gato, uno lo mira y ve un minino, pero ellos por dentro creen ser otra cosa. Si la masa de votantes es morocha y de ojos negros, él cree ser rubio y de ojos celestes aunque, quien lo mira desde la vereda de enfrente lo confunda con Ceferino Namuncurá.

      Es una batalla perdida. No habrá nunca forma de convencerlos. Aunque uno les muestre un sobretodo, ellos insistirán que es un chaleco, bastante holgado y de mangas largas. Aunque uno se empeñe en mostrarles el brillo de la Luna, se quedarán criticando el largo de la uña del dedo que se las señala.

     Buenas tardes