domingo, 1 de noviembre de 2015

Hubiera jurado que California era para allá. La increíble historia del error de "Wrong Way" Corrigan

      Los banquetes en el ámbito del blog no son menos importantes que el trabajo académico. Hasta podría intuirse que son más importantes. Como contamos alguna vez, la enorme cocina que provee los banquetes, los refrigerios y hasta alguna infusión a deshora a los miembros del blog está a cargo de un grupo de Hermanas Dolientes de la Caridad del Noble Hospicio de Nuestra Señora de los Sacrificios del Monte Calvario de Córcega. El hospicio corso instruye a las novicias no solo en lo que respecta a religión, sacrificio y penitencia sino también al arte culinario, dicho esto sin ningún tipo de segundas lecturas. Las monjas que instruyen a las novicias no solo les enseñan a componer las comidas más suculentas sino también a elaborar los manjares más delicados. El punto exacto de cocción de una omelette, el preciso batido de un suffle o el delicado balance de los ingredientes de un macaron.

Solomillo a la Wellington
    Casi es unánime la opinión de que uno de los platos más difíciles de preparar de la cocina internacional es el Solomillo a la Wellington, consistente como su nombre lo indica en un solomillo habitualmente de cerdo, sellado y untado con foie gras, envuelto en jamón y horneado dentro de una camisa de delicado hojaldre. Cualquiera de los numerosos pasos de su elaboración que contenga errores malogra toda la preparación. Es un rumor sin confirmación, pero se comenta con bastante intensidad que más de una novicia de las Hermanas Dolientes han sido azotadas duramente durante su período de aprendizaje por un solomillo demasiado seco, demasiado crudo o un hojaldre demasiado graso. Precisamente el anuncio de que el menú del banquete de la noche incluiría como plato principal una generosa porción de solomillo a la Wellington aumentó exponencialmente el número de comensales anotados. 

      Durante el mismo se produjo, como casi siempre, una rencilla. El bibliotecario francés aduciendo un descuido, luego de comerse su generosa porción de solomillo, comenzó a ingerir la del astrónomo suizo que se sentaba a su derecha en ocasión en que este departía con un colega. El suizo al notarlo abandonó la tradicional neutralidad que su país predica e increpó duramente al francés. Éste volvió a excusarse con el pretexto del error, sosteniendo que lo entretenido de la charla era el motivo de no haber notado que estaba comiendo del plato ajeno. El suizo le respondió airadamente que su error se parecía mucho al de Douglas Corrigan y como nadie parecía saber a que demonios se refería, les contó la historia, que es la que referiremos en esta ocasión. Colóquense el casco y las antiparras que la cosa viene de aviones.

Wright Flyer
      Desde que los mitológicos Dédalo e Ícaro volaron con plumas pegadas con cera o los hermanos Montgolfier realmente se despegaron del suelo en un globo aerostático la humanidad siempre soñó no solo con volar sino con hacerlo hacia donde quisiera.  Se tuvo que esperar hasta el 17 de diciembre de 1903 para que dos fabricantes de bicicletas hicieran que un aparato de 35 kg de peso se despegara del suelo y pudiera ser controlado en dirección y altura. No vayan a creer que fue lo que hoy llamaríamos un vuelo exitoso. Si hubiera habido posibilidad de poner al lado del campo en donde Orvile y Wilbur Wright probaban su Wright Flyer un moderno Boeing 747 se hubiera visto, además de las caras de desconcierto de los concurrentes, que el avión de tela no superaba nunca ni siquiera la altura del techo del Boeing posado sobre tierra y que la longitud del vuelo ni siquiera cubría el tamaño desde la nariz hasta la cola del avión moderno.

      Pero más allá del ansia de aventuras o el lírico deseo de surcar los aires y atravesar las nubes al avión tenía interesantes posibilidades comerciales. La más evidente era la militar. Poder atacar desde los cielos al enemigo era una ventaja que nadie hasta el momento había tenido. La que requería algo más de desarrollo era la de transportes. Pero en principio, poder llevar gente a mayores distancias con menores tiempos de viaje se asomaba como un excelente negocio. Sin embargo el 17 de setiembre de 1908 mientras Orvile Wright le mostraba como se movía en el aire el avión al Teniente Thomas Selfridge, en un intento de conseguir un contrato por parte del Ejército de los Estados Unidos, el motor derecho del aparato se rompía haciendo estrellar contra el piso a sus ocupantes. Orvile se salvó (aún con varias costillas y la cadera rota) pero Selfridge no corrió la misma suerte y se convirtió en la primera víctima de un accidente aéreo de la historia (descontando a Ícaro), demostrando que aún faltaba bastante para que el avión sea un medio de transporte seguro.

Raymond Orteig
      Raymond Orteig era un inmigrante francés viviendo en Nueva York en los primeros años del siglo XX. De casualidad consiguió trabajo como portero, luego como mozo, luego como Maitre hasta que finalizó comprando el hotel Martin y rebautizándolo como Lafayette. De ahí en más, solo o en sociedad fue alquilando y luego comprando varios hoteles convirtiéndose en un próspero empresario. Para la segunda década del siglo XX le sobraba suficiente dinero de modo que, en parte por cierto gusto personal y parte por que, siendo hotelero una de sus mayores fuentes de clientes era el turismo, instituyó un premio de U$S 25.000  (unos 300.000 de hoy en día) a quien fuera capaz de unir el continente americano con el europeo por aire y sin escalas.

Charles Lindbergh
      Un piloto del correo norteamericano e ingeniero aficionado llamado Charles Lindbergh recogió el guante del desafío y en conjunto con un grupo de entusiastas del vuelo tomaron un Ryan M-2 y lo modificaron lo suficiente como para que pudiera mantenerse en el aire durante los 5.800 kilómetros que separan Nueva York de París. Voló solo, sentado en una silla de mimbre para aligerar peso, impulsado por un solo motor de 223 caballos que si hubiera decidido dejar de funcionar lo hubiese dejado con los huesos en el fondo del Océano Atlántico. A pesar de que quien lo condujo había nacido en Detroit y el avión había sido construido en California, los financistas del proyecto eran oriundos de Saint Louis, Misuri, y como el dinero manda el aparato fue bautizado Spirit of Saint Louis. Así las cosas el avión despegó el 20 de mayo de 1927 desde New York y 33 horas y 32 minutos mas tarde (mas de un día completo de vuelo en solitario) posó sus ruedas en Le Bourguet, Francia lo que convirtió a Lindbergh inmediatamente en una celebridad.

Spirit Of Saint Louis
     De cualquier modo estábamos aún lejos de poder explotar el avión como medio de transporte de pasajeros intercontinental. Cada vez que alguien se aventuraba a hacerlo se avanzaba un paso más hacia el sueño de unir América con Europa con pasajeros por aire. Uno de esos soñadores había trabajado como técnico en la construcción del Spirit of Saint Louis, se llamaba Douglas Corrigan y había nacido en Texas en 1907. Conocía mucho de aviones, obviamente, y había solicitado a las autoridades norteamericanas e inglesas el permiso para hacer el vuelo intercontinental en solitario. Ya habían pasado varios años desde la hazaña de Lindbergh y existía una oficina de aviación comercial en los Estados Unidos pero solo autorizaba vuelos dentro del país. Las condiciones que debía cumplir una aeronave para ser autorizada a volar sobre el océano eran excepcionales.

Douglas Corrigan
    Corrigan estaba empleado como mecánico de aeronaves en la recientemente abierta escuela Airtech de pilotos. Aprender a volar era el furor entre los nuevos ricos de San Diego y Corrigan utiliza su horario de almuerzo para sumar las horas necesarias para obtener su licencia. En octubre de 1929 la logra y comienza a amasar su sueño: el de emular a Lindbergh. Ya piloto trabaja como tal fundando una pequeña compañía de transporte de pasajeros en la costa este de los Estados Unidos esto le permite ahorrar lo suficiente como para comprar un monoplaza Curtiss Robin OX-5 usado. Sus conocimientos adquiridos durante la preparación del Spirit of Saint Louis le permiten modificarlo de modo que pudiera alcanzar la otra orilla del Atlántico. Sin embargo el Bureau of Air Commerce se niega sistemáticamente a autorizar el vuelo pese a que Corrigan multiplica pedidos entre 1935 y 1937 realizando modificaciones a su máquina voladora a fin de satisfacer los requerimientos de la oficina.

      Consigue sin embargo permiso para realizar un vuelo de 3.900 kilómetros entre California y New York, lo que no es poco. Llegó a New York el 16 de julio de 1938 aunque algo más tarde de lo previsto y casi todos los empleados que trabajaban en el Floyd Benett Field donde aterrizó se habían retirado a sus casas. Solo Kenneth Behr, su gerente, se encontraba allí. Corrigan le pidió recargar combustible para el viaje de vuelta a California. Behr accedió pero le sugirió que no despegara de vuelta sino hasta el amanecer. Corrigan aguantó apenas hasta la aparición de los primeros rayos de sol y a las 5:15 de la mañana del 17 de julio se dispuso a volver hacia "California". Consultó con Behr previamente acerca de que pista podía usar y le respondió que cualquiera, con la condición de que no despegara hacia el oeste sino hacia el este y luego virara. Es que su oficina dentro del aeródromo quedaba hacia el oeste y no quería ser despertado por el ruido del avion tan temprano.

      Como dijimos entonces Douglas Corrigan despegó de New York a las 5:15 de la mañana del 17 de julio de 1938 con destino a California. Pero según dijo luego, había niebla y tampoco buena luz natural que le permitiera ver bien la brújula por lo que cometió un ligero error de ángulo. Digamos unos 180º. Por mucho que volara, California se negaba a aparecer. Veintiocho horas y 13 minutos más tarde una pista de aterrizaje aparecía "casualmente" bajo sus pies. Corrigan hizo descender su aeronave bautizada "Sunshine"sobre la pista. Hacia él corrieron asombrados algunos empleados del Aeródoromo Baldonnel. - Soy Douglas Corrigan ¿Donde estoy? - preguntó. -En el Aeròdromo Baldonnel, en Dublin, Irlanda - le respondieron.

      El Bureau of Air Commerce envió un telegrama indicando las violaciones a las normas que Corrigan había cometido. A pesar de la habitual economía de términos en un medio que se caracteriza por cobrar por palabra enviada, la nota necesito de 600. Sin embargo, al haber sido el mismo Corrigan la única persona puesta en riesgo la sanción consistió en 14 días de suspensión de su licencia. Como no podía volar, fue deportado de Irlanda junto con su avión en el buque Manhattan. Llegó de vuelta a New York el 4 de agosto, el mismo día en que la suspensión de su licencia quedaba cumplida.

      Recibido como héroe por casi todos (menos por Lindbergh que a pesar de conocerlo le restó importancia a su hazaña). Fue bautizado por la prensa como "Wrong Way" Corrigan ("Camino equivocado" Corrigan) y paseado triunfalmente por las calles. Se lo contrató para escribir un libro autobiográfico y la RKO lo puso como protagonista de su propia película: "El Irlandés Volador". Su explosiva fama le provee de tanto dinero como el que podía haber recaudado luego de 30 años en su antiguo trabajo de mecánico de aviones. Hasta se pusieron a la venta productos "Wrong Way" en honor a su nuevo apodo. Uno de ellos era un reloj que giraba hacia el lado contrario. Nadie nunca creyó la historia del "error" de Corrigan aunque él la defendió a capa y espada.


Corrigan y el Sunshine
      Se presentó como candidato a Senador pero obtuvo solo el 2% de los votos. Se retiró entonces y compró una plantación de naranjas en Santa Ana, California, a pesar de que nunca había cultivado nada y desconocía completamente el mercado de las naranjas. De allí fue rescatado en 1988 cuando un grupo de entusiastas de la aviación recordó que ese año se cumplirían el 50 aniversario de su vuelo transatlántico. Recuperaron de un viejo hangar lo que quedaba del "Sunshine" y lo restauraron tan bien que hasta lograron que el motor volviera a funcionar. En el desfile por las bodas de oro de su hazaña, se lo vio tan entusiasmado a Corrigan que decidieron encadenar el avión a un patrullero que cerraba el desfile a fin de evitar que el ahora anciano "Wrong Way" intentara despegar.

      Douglas Corrigan murió en 1995 y hasta sus últimas horas sostuvo que su arribo a Europa por aire se debió a un inocente accidente. Ni siquiera nuestro bibliotecario francés que podía utilizar ese argumento para exonerar su culpa de haberse comido la porción de Solomillo ajena, le creyó.

Que anden bien.