domingo, 25 de mayo de 2014

La Argentinidad al Palo: La birome, los dibujos animados y el dulce de leche ¿Son nuestros?

      Me encontraba yo cierta mañana haciendo mi Sudoku habitual (suelo practicar artes marciales al comenzar el día) mientras untaba mi tostada con el indispensable dulce de leche y mis hijos miraban una película de dibujos animados en el Disney Chanel cuando caí en la cuenta, presa de un brote de chauvinismo, que la lapicera que tenía en la mano, el dulce de leche con que untaba mis rodajas de pan y el largometraje de dibujos animados no son otra cosa que "Inventos Argentinos".

      Estaba claro que ni yo ni mis lectores me permitirían pasar una oportunidad como esta por lo tanto ordené al equipo de Investigaciones Especiales de Bombilla Tapada a que pusiera manos a la obra para encontrar la verdad del mito que sostiene que el primer largometraje de dibujos animados, el bolígrafo y el riquísimo dulce de leche, son inventos salidos de nuestra tierra amada. Desafortunadamente, recordé que carecía de Equipo de Investigaciones Especiales, en particular y de ningún otro equipo en general así que hice lo que pude (que es mayormente poco, pero a esta altura estarán acostumbrados) y puse manos a la obra para desentrañar que hay de cierto en estas tres afirmaciones. Aunque duela o manche como en el caso del dulce de leche.

      Nuestro primer personaje se llama Ladislao y era periodista. En aquellas épocas, había nacido en 1899, los periodistas carecían aún de grabadores (en realidad todo el mundo carecía de grabadores dado que todavía no se habían inventado) por lo tanto los reportajes, reseñas y notas debían tomarse por escrito. Escribir con una lapicera de pluma intentando hacerlo con cierta velocidad no es para cualquiera. La pluma se traba, se rompe o la tinta no sale o sale en exceso. Ladislao tenía un hermano recibido de químico de nombre Georg con el que juntos crearon una nueva tinta algo más espesa y menos fluida que la convencional. Esto eliminó el problema de los manchones pero no el de la fluidez de la escritura. 

      Un día (o una tarde, ¿Quién sabe?) Ladislao miraba jugar a unos niños a la bolita. En un momento, una de las bolitas escapó rodando del terreno de juego y al atravesar un charco dejó una delgada línea de agua. Allí fue donde se le ocurrió una brillante idea: reemplazar la vieja pluma por una pequeña bolita colocada en la punta de un tubo lleno de tinta. Patentó la idea pero la tecnología de los años 40 no permitía la fabricación barata de esferas metálicas tan pequeñas. De momento y aunque tenía la patente de fabricación para Hungría y Francia debió conformarse con un escaso número de prototipos que utilizaba personalmente para escribir.

      Cierta vez que estaba haciendo notas en Yugoslavia pasó un tipo, sudamericano para más datos y quedó sorprendido del extraño adminiculo que utilizaba para escribir. Le preguntó si no podía fabricarlo en masa y Ladislao le explicó cuales eran las dificultades. Lo invitó entonces a radicarse en Argentina y darle una mano con la patente y la fabricación. Ladislao tomó la tarjeta personal que el extraño le extendió y la guardó. Algún tiempo después las cosas comenzaron a ponerse complicadas para los judíos en Europa (Ladislao lo era) debido al avance de Hitler. Recordó entonces al extraño personaje que lo había visto escribir con su lapicera a bolilla tiempo atrás y se puso en contacto con él. Se trataba de Agustín Pedro Justo, ex Presidente de la Nación. Ladislao y su amigo Jorge Meyne se embarcaron hacia la Argentina escapando del horror de la II Guerra Mundial que se avecinaba. Al llegar patentaron el útil de escritura bajo un nombre comercial que unía ambos apellidos. El de Ladislao no lo dijimos hasta ahora para no adelantar el golpe de efecto. Se llamaba Biro de apellido y agregando la primera sílaba de Meyne, patentaron la Birome. En 1943 le vendieron la licencia para los Estados Unidos a la Faber (en impresionantes U$S 2.000.000 de la época) y en 1951 hicieron lo mismo con un francés llamado Michael Bich que luego fundaría una empresa mundialmente conocida hoy como Bic

      La pregunta es. Dado que Ladislao Biro era húngaro. Desarrolló su invento en Europa y solo lo trajo para acá casi por casualidad. ¿Merece la birome ser llamado invento argentino?

      Del segundo personaje tampoco vamos a revelar el nombre hasta que no sea el momento oportuno. Sepamos como primer dato que a nuestro amigo le encantaba dibujar. Que sus padres lo impulsaron a que estudiara medicina pero que no hubo caso. Lo suyo fue el lápiz antes que el estetoscopio. A diferencia de el protagonista de la historia anterior, no huyo de Europa a causa de la Segunda Guerra Mundial sino de la Primera. Una vez aquí consiguió trabajo en un estudio de filmación donde se realizaban cortometrajes informativos que se proyectaban antes de las películas principales. Su jefe y dueño del estudio lo contrató para agregar caricaturas de personajes famosos a sus cortos con una condición extraña para la época. No quería imágenes fijas en sus películas. Las caricaturas debían tener movimiento. Con tan solo 19 años nuestro héroe aceptó el desafío. Utilizó algunas técnicas conocidas y desarrolló otras. Imaginen ustedes que en 1916 aún no se utilizaba la iluminación artificial para filmar y se dependía exclusivamente de la luz solar para hacerlo lo cual agregaba no pocas dificultades a la tarea. Habiendo obtenido un producto razonablemente bueno, al año siguiente encaró una tarea digna de uno de los trabajos de Hércules.

      Con argumento basado en los acontecimientos políticos del gobierno de Yrigoyen y financiado por el dueño de una cadena de salas de cine, Qirino Cristiani (era hora de que reveláramos su nombre) realizó el primer largometraje de dibujos animados de la historia. Le llevó 58.000 dibujos hechos a mano y más de un año de trabajo. En un congreso de animación celebrado en Berlín en 1970 se reconoce universalmente a "El Apostol" que así se llamaba la película como el primer largometraje de dibujos animados de la historia del cine. 

      El problema para hacernos con el galardón de que el Primer Largometraje de Dibujos Animados es una creación argentina es que: Tanto Cristiani como Federico Valle (el dueño del estudio y empleador del dibujante) eran italianos. Quirino había nacido en Santa Giuletta y Valle en Asti. Por tanto nos preguntamos:  ¿Vale como invento argentino?

      La última parte del presente post va un poco más atrás en la historia y tiene que ver con el Pacto de Cañuelas. Los Unitarios y Federales se venían agarrando de las mechas desde hacía años. Pero los acontecimientos se desencadenan cuando las tropas de Juan Lavalle dan alcance a las de Manuel Dorrego, lo capturan vivo y por orden del primero lo mandan a fusilar. El apoyo que Lavalle tenía en el gauchaje se disuelve y entonces al encontrarlo debilitado Estanislao López desde Santa Fe y Juan Manuel de Rosas desde Buenos Aires unen fuerzas y derrotan a Lavalle en Puente de Marquez, allí por donde hoy está Paso del Rey. Rosas y López ponen sitio a las posiciones de Lavalle e inesperadamente, una tarde, Juan Lavalle decide ir a parlamentar con Rosas. Solo.

      Llega al cuartel general de Rosas a primera hora de la tarde. El Restaurador (Rosas) no está. Pregunta donde están los aposentos privados del General y se acuesta él su cama. La historia no registra el nombre de la criada de Rosas que estaba preparando para su patrón la "lechada". A Don Juan Manuel le gustaba tomar mate cebado con leche que, previamente se hervía con azúcar. Cuenta la leyenda que la criada estaba calentando sobre el fuego la leche con azúcar y cuando se enteró de la presencia del enemigo de su patrón en la estancia y más aún sabiendo que se había acostado en su propia cama (la de Rosas) salió a buscar ayuda temiendo que el dueño legítimo de la cama se enojara. Recorrió la estancia y esperó a que Juan Manuel volviera. A todo esto, Rosas al llegar estuvo de lo más simpático con su enemigo político y militar, que al fin y al cabo era su pariente. Lo invitó a compartir el mate mientras discutían los puntos del pacto de Cañuelas que se firmaría finalmente el 24 de junio de 1829 y que duraría muy poco. Cual no fue la sorpresa de la anónima criada al volver a la cocina y encontrar que, en la olla donde preparaba la lechada había ahora una sustancia amarronada y pegajosa. La leyenda agrega que, yendo a pedir disculpas por haber echado a perder la leche, Rosas probó el menjunje y lo encontró sabroso, de modo que el pacto no solo se discutió entre mates sino también dulce de leche de por medio. 

Simpática historia...pero falsa.

       El dulce de leche lleva, además de leche y azúcar obviamente, vaililla y bicarbonato de sodio. Si calentamos mucho tiempo la leche, esta se cortará porque mientras el agua que contiene se evapora, se comienza a concentrar el ácido láctico que esta contiene. El bicarbonato ayuda a neutralizar el ácido láctico para que no se corte la leche. Además su presencia (la del bicarbonato) acentúa su color dorado. Por otra parte, si no se revuelve eventualmente al principio y constantemente sobre el final, en lugar de dulce de leche obtendremos un pastiche quemado en el fondo de la cacerola que no lo hubiera comido ni Rosas, ni Lavalle bajo amenaza. 

  

      Para terminar de rematar la supuesta historia de la paternidad argentina del dulce de leche existen registros de compras de ese producto a Chile desde Mendoza en fecha tan lejana como 1620. Pero además la misma preparación (más o menos dulce, más o menos espesa) se conoce en Colombia y Venezuela como Arequipe, como Manjar en Chile y Ecuador, Confiture Du Lait en Francia, Doce de Leite en Brasil y Portugal y Cajeta (con perdón de la mesa) en México.


       De modo que ni el dulce de leche, ni la birome ni los dibujos animados nos pertenecen como invención en un 100%

Lamento haberles aguado la tarde.

      Solo nos vienen quedando, como propiedad argentina, las minas más lindas del mundo.

Que anden bien!


   








domingo, 18 de mayo de 2014

Llamemos a las cosas por su nombre. O mejor aún... por su apellido



      Por alguna extraña razón, antes de que el monje Gregor Mendel descubriera las leyes que la rigen, los hombres solían creer que los apellidos prolongaban las características hereditarias de sus antecesores como el cabello enrulado o la hemofilia. Así quienes tenían un antepasado glorioso pretendían heredar su gloria por el simple hecho de compartir su mismo apellido. 






      Sin embargo si uno lee por ejemplo La Biblia, libro convenientemente antiguo, encontrará que a excepción de algún que otro romano con doble nombre (lo cual le da el aspecto de tener apellido como por ejemplo Poncio Pilatos) nadie parece contar con uno. Diera la impresión que en algún momento aparecen y ya. Vamos a averiguar hoy el porqué, el como y si me apuran un poco el de donde de los apellidos. Claro que en el habitualmente desquiciado estilo de Bombilla Tapada. Pasen por acá, hay lugar para nobles y plebeyos (los nobles sentados adelante y los plebeyos parados atrás, claro está).

        Remontémonos algo atrás en el tiempo e imaginemos una aldea de unos 200 o 300 habitantes. Cada quien realiza sus tareas. Hay artesanos y labradores. Hay bosques, un arroyo, un molino. Y la gente, hasta dentro de un rato, tiene solo nombre. Hay Carlos, Mario y Enrique. Hay Teresa, Antonia y María. Pero ocurre que en algún momento, dos madres deciden llamar a su hijo, digamos, José. Y ahí empiezan los problemas. 

      Porque uno de los dos José, jugando a que cazaba un ciervo, atropelló el telar de un tal Arturo. Su padre (el del travieso José) se verá obligado a hacerse cargo de la reparación. La familia entera de José vive cerca del arroyo. Por lo tanto cuando se refieran al travieso y a su padre lo harán especificando (para no confundirse de José) José del arroyo. Del mismo modo, cuando el señor del arroyo (que podría llamarse Pedro y por lo tanto ser conocido como Pedro del arroyo) decida ir a pagar los gastos de las roturas provocadas por su hijo, buscará al Arturo dueño del telar. Probablemente conocido como Arturo Tejedor

      Listo. Hemos dado el paso inicial hacia los apellidos. En lineas generales, en nuestro idioma pueden encontrarse 4 tipos de apellidos. Los primeros (como Arroyo o del Arroyo) se denominan toponímicos, es decir, que hacen referencia al lugar o bien de origen o bien de residencia de una familia. Allí encontraremos, además del arroyo, al río, la montaña (Montaña a secas o Montañés) , bosques, las sierras (Serrano o simplemente Sierra). La cercanía de un castillo puede bautizarlo del Castillo o quizá Torres. Provenir de una ciudad conocida da lugar a apellidos que la mencionan tales como Toledo, Navarro o Burgos. Los accidentes geográficos como Lagunas, Cuevas, Montes y Torrentes han servido para identificar familias antaño y han llegado hasta hoy como apellidos. La flora del lugar también juega un importante papel en el post de hoy y allí van los Perales, Castañeda y Avellaneda entre otros. 

      El segundo tipo es del estilo de Tejedor. Es decir que hacen referencia a oficios u ocupaciones de su poseedor. No es difícil encontrar en ese estante a los Molinero, los Guerrero, los Ballestero (en ese entonces la ballesta era un arma habitual en los ejércitos). La sustitución de la actual H por la F ha dado lugar a una familia entera de apellidos que tienen que ver con el hierro. Desde Hierro propiamente dicho hasta Ferrero, pasando por Ferreira y Herrera. El apellido más común en países anglosajones es Smith que quiere decir casualmente herrero.



      Puestos a jugar un picado de fútbol con perfectos desconocidos, no es extraño que uno pida que le pasen la pelota a los gritos haciendo referencia a alguna característica física de su eventual compañero de equipo. Esto también tomó lugar en la génesis de los apellidos y deriva en nuestro tercer tipo. Eso si: en lugar de - "Pasala, pelado!" utilizamos términos menos violentos y allí tenemos el apellido Calvo, sin ir más lejos. De la misma rama son Cano, Rojo, Moreno, Blanco o Delgado. 

      Por último vamos a descubrir una enorme familia de apellidos que hacen referencia a quien ha sido el padre del poseedor. Estos apellidos cumplen ciertas reglas gramaticales y varían de acuerdo con el idioma que les dio origen. Para empezar, en la España medieval esta función la cumplía el sufijo ez. Por lo tanto casi todos los apellidos de hoy en día que terminan de ese modo indican quien era el padre de la persona. O por lo menos el nombre de pila del iniciador de la rama. A modo de ejemplo, el conocidísimo apellido Fernández no quiere decir otra cosa que "hijo de Fernando". Y ahora que lo sabemos nos explicamos fácilmente la profusión de Márquez, González, Ramirez y Benitez con la que cuentan nuestras guías telefónicas. Ocurre que a lo largo del tiempo que nos separa del medioevo algunos nombres de pila han dejado de usarse o han modificado su forma. Por caso Pero era una forma del actual Pedro, origen del apellido Perez. Muy pocas personas tienen por nombre Gimeno, Nuño o Lope hoy. Sin embargo nos han llegado como apellido el Gimenez, Nuñez y Lopez. 

      El merengue en el que vivimos revolcados hace que convivamos con gente que proviene de otras culturas o tiene antepasados enraizados en ellas. Para el caso nos es relativamente fácil reconocer que alguien tiene origen armenio porque mayormente la terminación de los apellidos de ese origen tiene el sufijo ian. Por tanto Simonian será "hijo de Simón". Una pequeña alteración del sufijo hace del "hijo de", una profesión.  Si en lugar de ian el apellido termina en djian tendrá el mismo valor que nuestro Molinero o el británico Smith. Por caso Boyadjian es el apellido que tomaría originalmente un pintor dado que pintor en armenio de dice Boya. Como tarea para el hogar averigüen por que un armenio puede enojarse fuertemente si se lo llama Putaián.

      Las cosas se complican en Rusia. Porque los sufijos que indican de quien es uno hijo varían sea que uno es hombre o mujer. El sufijo para los hombres es ovich (o evich) y para las mujeres se utiliza ovna (o evna). Por lo tanto si un cosaco llamado Iván Popoff tuviera un hijo llamado Boris y una hija llamada Anastasia sus nombres completos serían  Boris Ivanovich Popoff y Anastasia Ivanovna Popoff respectivamente. 

      Con los países nórdicos o anglosajones la cosa pinta un poco menos compleja. Así como la palabra son en inglés significa hijo, el apellido terminado en son indica ese parentesco con el iniciador de la familia. De manera que cualquier reclamo que tengan que hacer sobre la calidad del shampoo Johnson vayan a buscar al hijo de John. 

      En un principio el Von alemán funcionó como el Del Lago en castellano. De hecho Von quiere decir De en alemán. Pero el uso de esa preposición era solo costumbre de la nobleza. Funcionaba como en nuestro idioma cuando se refiere uno al Conde (o Duque o Barón) de tal o cual cosa. Pero a los plebeyos alemanes les gustó el von y cualquier piojoso se agregaba el von para darse pretensiones de alcurnia. Por lo demás los apellidos alemanes siguen las reglas muy parecidas a los nuestros y en su mayoría son profesiones (Schneider-sastre Schmidt-herrero Müller-molinero) o descripciones físicas (Kraus-enrulado Klein-pequeño).

      Cerramos el posteo más a menos donde lo empezamos. Con la Biblia. Al principio mencioné que entre los nombres bíblicos no había gente con apellido. Y las razones son dos. En esa época no su usaban porque no hacía falta y por otra parte el pueblo judío no tenía como tradición usar nombre para toda la familia. A lo sumo el prefijo Bar o Ben (según sea en hebreo o arameo) para indicar paternidad. De allí los nombres Benjamín o Bartolomé. En Austria, en 1787 el emperador José II dispuso que, bajo el dominio de su imperio, todo el mundo debía tener un apellido. Quiera o no. Muchos judíos se inventaron uno pero otros se negaron. Por lo tanto los funcionarios imperiales procedieron a aplicarles uno, mayormente insultante. Por lo tanto, provenientes del imperio Austro húngaro llegan familias apellidadas Stinker (Hediondo), Eselskopf (Cabeza de burro), Trinker (Borracho) u Ochsenschwanz (Cola de toro).

      Ahí andamos. Cada cual con su apellido. Algunos con dos y otros arrastrando pesadamente su prosapia familiar con 40 generaciones de antepasados en el documento de identidad.

      Les dejo por último un dato curioso o revelador de que la inteligencia del hombre tiene ciertos límites pero su estupidez no. El nombre completo de la Duquesa de Alba es: María del Rosario Cayetana Paloma Alfonsa Victoria Eugenia Fernanda Teresa Francisca de Paula Lourdes Antonia Josefa Fausta Rita Castor Dorotea Santa Esperanza Fritz James Stuart y de Silva Falcó y Gurtubay

Mejor conocida como el mamarracho

Que anden bien   







miércoles, 14 de mayo de 2014

Donde hubo fuego....hubo un fósforo

      Si uno realizara una compulsa preguntando acerca de cual es el mayor invento de la humanidad, sin dudas una enorme mayoría respondería que es la rueda. Y en efecto, la facilidad de desplazamientos además de sus usos en múltiples ingenios mecánicos la convierten el uno de los objetos que le ha permitido al hombre ser lo que es. Por otra parte, no existe en la naturaleza nada similar. Los músculos se estiran y acortan. Se producen movimientos oscilatorios y de vaivén, pero los movimientos rotatorios parecen estar vedados en el mundo natural. Además de su evidente utilidad, la rueda es el más genuino de los inventos.  

      Si se quiere, el lenguaje ha proporcionado al hombre como especie la posibilidad de establecer comunicaciones complejas. Mucho más complejas que las de cualquier otro animal. La posibilidad que el lenguaje articulado le ha dado al hombre es hija de su inteligencia y madre de la civilización. Sin embargo no podría llamarse invento, dado que es probable que dentro de los cerebros humanos, la capacidad del habla ya estuviera ahí y solo necesitara comenzar a apilar conceptos.

      De todos modos, según mi modesto entender hay un elemento que si bien no inventó el hombre, aprendió a dominar y modificó su modo de vida radicalmente. 

      Y es que el dominio del fuego le permitió al hombre obtener un gran número de beneficios. Prolongó sus horarios de vigilia dado que la iluminación artificial le permitió abandonar sus hábitos gallinaceos y no depender del sol para seguir viendo. Le brindó confort durante las temporadas frías. Modificó los hábitos alimenticios permitiéndole la invención del arte culinario. La mayoría de las fieras temen al fuego de manera que una caverna con una fogata en su acceso quedaba al resguardo de cualquier acceso indebido o indeseado. Posteriormente posibilitó la metalurgia que a su vez permitió la fabricación de arados de metal para alimentarnos más eficientemente y la aparición de las espadas que permitieron que nos matáramos con eficacia quizá mayor que la de las cosechas.

      Pero...¿Siempre fue fácil prender fuego? ¿Como hacían antes del encendido electrónico de las modernas cocinas? Bombilla Tapada hoy recorre el camino que nos trae desde la antigüedad hasta hoy iluminados por el fuego. Vengan a la luz.

      Cualquiera que haya pretendido encender el fuego para un asado en condiciones más o menos agrestes habrá comprobado que es una tarea que requiere cierta pericia aún con fósforos modernos y combustibles líquidos de esos que los puristas del asado abjuran.  La carencia de encendedores o fósforos nos dejan en la cercanía de intentar hacer sushi con los chorizos crudos. Vencido el temor inicial, la única fuente para aprovisionarse de fuego era el producido por incendios naturales. Rayos, erupciones volcánicas e incendios espontáneos a causa del calor del sol fueron la única manera, durante mucho tiempo, de agenciarse de fuego.

      Así como durante los días de invierno tendemos a frotarnos las manos una con la otra a fin de que se nos calienten, cualquier otro tipo de fricción levanta temperatura. Y si es entre 2 maderas convenientemente blandas podremos apreciar la aparición, auspiciosa, de algo de humo. Si acerca uno a la zona humeante algo de filamentos de madera, virutas finas o cierto tipo de hongos secos puede lograrse que estas enciendan finalmente un modesto fuego. Del mismo modo con esas virutas (que llevan el nombre genérico de yesca) y un par de piezas de pedernal, llamado técnicamente silex, puede lograrse que saltando una chispa al entrechocar las piedras se tenga la suerte de encender las virutas y obtener fuego. De más está decir que los días húmedos o lluviosos el hacer fuego, que en condiciones normales ya era difícil, se convertía en una empresa casi imposible.

      Sin embargo la humanidad pasó varios miles de años de civilización hasta crear un modo de generar fuego de manera portátil. Puntualmente hasta 1827 año en el que un tal John Walker mezcló sulfuro de amonio, clorato de potasio, almidón y goma y las pegó en la punta de un palito. Con sólo friccionar el palito contra una superficie rugosa, éste se encendía. El problema era que estos primitivos fósforos se llamaban Congreves. Y esto puede no decirles nada hasta tanto no sepan que Congreves era el nombre de unos cohetes incendiarios inventados por William Congreves (un inglés) en 1808. Tanto los cohetes, como los fósforos solían ser explosivos y al poco tiempo su venta fue prohibida. De todos modos, como primer intento, vale el esfuerzo.

      Un par de años después, la emprendió contra el problema un químico francés llamado Charles Sauria. Éste los hizo de papel y untó en uno de sus extremos fósforo blanco. Todavía hoy los llamamos fósforos debido a la creación de don Sauria. El  o los graves problemas de los "cerillos prometéicos" tal como los llamó su inventor eran que (para empezar) se necesitaba que el fósforo entrara en contacto con ácido sulfúrico (cosa desde ya peligrosa) y que el fósforo blanco es venenoso (por si algún defecto les faltara).




      Hubo que esperar hasta 1852 y viajar hasta Suecia para que Johan Lundstrom tuviera la genial idea de separar los materiales peligrosos en sectores diferentes de la caja. Esta vez el elemento químico fósforo, no estaba en el palito a encender sino en el raspador de la caja (y todavía hoy lo sigue estando) lo cual evitaba las combustiones involuntarias. La compañía norteamericana Diamond le compró la patente a Lundstrom por 4.000 dólares y pronto estaba fabricando 150.000 fósforos diarios.



      Curiosamente el implemento más moderno para producir fuego de manera portátil rescata un mecanismo de los antiguos. Dentro de un cilindro de metal se aloja una pieza de algodón convenientemente embebida de combustible. Fuera de él pero convenientemente adyacente un pequeño trozo de pedernal, sostenido por un resorte, se frota contra una rueda dentada. Las chispas producidas van a dar al trozo de algodón que asoma en el extremo del cilindro y ¡Voila! tenemos un encendedor.

      Las máquinas modernas de fabricación de fósforos llegan a producir 2.000.000 de fósforos por hora. Los palitos a utilizar se embeben en principio con fosfato de amonio que impide que la madera se queme rápidamente. Luego se baña el lugar en donde se va a fijar la cabeza con parafina fundida a fin de que el menjunje inflamable se pegue mejor. Luego va el menjunje propiamente dicho compuesto de clorato de potasio, carbón y azufre. Todo ese lío para que su vida útil dure segundos.

      Mañana a la mañana cuando enciendan la hornalla para calentarse el café o el agua para el mate piensen en los miles de años que nuestros antecesores pasaron pensando la manera de hacer menos dificultoso lo que hoy hacemos tan fácil que ni lo notamos.




Es que como dijo el amigo Newton: Somos enanos subidos a hombros de gigantes.

Que anden bien.

domingo, 4 de mayo de 2014

Héroes y Villanos desconocidos. ¿Como calcular la edad de la Tierra sin que sea un plomo?

      Los azares y las casualidades hacen que la gente se conozca, se enamore, se ignore o bien se odie. Si uno se pusiera a mirar su vida en retrospectiva encontraría que la mayor parte de las personas que han marcado su camino o con las que ha tenido un contacto más provechoso (a excepción de sus propios parientes, claro está) han sido conocidas por circunstancias fortuitas. Lo difícil en tal caso es que dos personas que no se conocieron personalmente, tengan sus vidas tan unidas una a la otra. Otro típico caso extraño a los que Bombilla Tapada nos tiene acostumbrados. Pasen y vean:

      El primero de nuestros protagonistas (el bueno, porque esta historia tiene un malo tan malo como Darth Vader) se llamaba Clair Patterson. Sobre finales de la década del 40 del siglo pasado (es decir 1940) Patterson estaba terminando sus estudios de geología en la Universidad de Chicago. Por ese entonces, uno de los problemas sin resolver para los geólogos era el de determinar la edad de la Tierra. En rigor de verdad, Patterson no tenía muchos métodos disponibles para ese entonces. El mecanismo más prometedor para encontrar una respuesta satisfactoria era el siguiente: los elementos radiactivos van decayendo en su actividad conforme pasa el tiempo. Y lo hacen por mitades. Es decir: si un elemento (inventemos uno; el Bombillo) tiene una "vida media" de 500 años por caso; si tengo en una caja 100 átomos de bombillo radiactivo, al cabo de los 500 años tendré 50. Y 500 años más tarde tendré 25 y así se irá reduciendo su actividad por mitades. De resultas que si yo conociera cuantos átomos había en la muestra original, podría calcular de manera fácil cuanto tiempo ha pasado desde que alguien los puso allí. Patterson contaba con un dato adicional más. Uno de los elementos radiactivos más comunes, el Uranio, termina sus días como Plomo. Es decir, conforme pasa el tiempo, una muestra de roca que contiene Uranio, perderá este y ganará Plomo. Patterson podía entonces no sólo medir cuanto Uranio tenía la roca sino cuanto plomo se había formado para calcular cuanto tiempo hacía que el uranio estaba allí (y ese tiempo coincidiría, ya que nadie importa uranio desde otro planeta, con la edad de la Tierra). Los problemas de Patterson para llevar adelante la medición eran básicamente 3. Las cantidades de estos materiales presentes en las rocas son realmente muy pequeñas y difíciles de medir. Los implementos técnicos de la década del 40 eran bastante rudimentarios como para hacerlo y la más ligera contaminación de las muestras arrojaría datos erróneos.

      Providencialmente, el profesor Harrison Brown de la misma Universidad de Chicago creó un nuevo método para detectar y contablilzar la presencia de plomo en las rocas. Le propuso a Patterson utilizarlo para su medición, además de que tomara el tema para su tesis doctoral y consiguió para su investigación el financiamiento de la firma Ethyl, una multinacional del área de los combustibles. Todo se deslizaba sobre rieles para Clair Patterson. Así que dejémoslo trabajar y vamos a conocer al villano de la historia.




      Conforme los automóviles eran provistos de motores más poderosos comenzó a surgir un inconveniente con la nafta. Cuando el pistón baja, entra dentro de la cámara de combustión una pequeña nube de nafta hecha spray. El pistón luego sube y la comprime. En ese momento y de manera delicadamente sincronizada la bujía libera una chispa que enciende la nube de combustible y la hace estallar mandando en su expansión al pistón nuevamente para abajo con lo que vuelve a comenzar el ciclo. El problema que se comenzó a presentar era que muchas veces cuando el pistón subía, la nafta estallaba sola, por efecto de la compresión haciéndole perder sincronía al motor.

      Si se pretendía que los motores siguieran evolucionando hacia compresiones más poderosas había que encontrarle rápidamente la solución. 

      El ingeniero Thomas Midgley trabajaba para la General Motors y puso las manos en el problema. Descubrió que la adición de tetraetilo de plomo a la nafta eliminaba el inconveniente del estallido por compresión y luego de un buen número de pruebas, miles de millones de litros de nafta fueron adicionados con el compuesto de plomo y consecuentemente luego liberados a la atmósfera formando parte del humo de los escapes de automóviles, motos y camiones. Midgley insistía frente al público que el compuesto era completamente inofensivo para los humanos. Los operarios de las destilerías no opinaban lo mismo y aún el mismo Midgley hubo de tomarse unas prolongadas vacaciones en 1924, dicen las malas lenguas, para desintoxicarse del tetraetilo de plomo. 

Volvamos a nuestro amigo Clair. 

      Patterson no conseguía encontrar rocas lo suficientemente aisladas como para estar seguro de que todo el plomo que contenían estuviera originalmente ahí y no fuera producto de una contaminación posterior. De hecho sus predicciones no coincidían en absoluto con los resultados. Algunas muestras tenían 200 veces más plomo que el previsto con lo cual su intención de medir la antigüedad de la Tierra se tornaba imposible. En 1952 consiguió que el Instituto Tecnológico de California le permitiera trabajar en un laboratorio esterilizado y con muestras de rocas lo suficientemente antiguas. Con las muestras cautelosamente preparadas se dirigió a Illinois donde poco tiempo atrás se había puesto en funcionamiento un nuevo espectrógrafo de masas capaz de mensurar hasta la traza más mínima de uranio y plomo presentes en la muestra de Patterson. 

      Finalmente lo logró. La cifra, con alguna corrección mínima, es la que se acepta hoy en día a más de 60 años de su cálculo inicial. La bola de rocas en la que vivimos tiene una antigüedad de unos 4.550 millones de años. De todos modos nadie pareció conmoverse demasiado al enterarse. Sin embargo Patterson sospechaba cual era el origen de todo ese plomo excedente. Y ustedes y yo sin ser geólogos, a esta altura, también.

      Ahí nomás se fue para Groenlandia. Clair sabía que en Groenlandia la nieve que iba cayendo, en algunos sectores se convertía en hielo y jamás se derretía. Con lo cual tenía un magnífico registro del contenido de plomo en la atmósfera año tras año analizando su presencia en las capas anuales de hielo profundo. Los resultados no pudieron ser más categóricos.

      Desde 1923 los registros de plomo atmosférico venían creciendo sin parar año tras año en coincidencia con el momento en que comienza la adición de tetraetilo de plomo a la nafta. 


      ¿Que suponen entonces que ocurrió con Clair Patterson a partir de ese momento? ¿Le dieron el Premio Nobel? ¿Lo nombraron profesor titular de la cátedra de Geología de la Universidad de Chicago? ¿Imprimieron estampillas con su cara? No. Nada de eso

      Le retiraron absolutamente todo el apoyo financiero. Es más, la Ethyl propuso financiar completamente una de las cátedras del Instituto Tecnológico de California a cambio de que dejara a Patterson sin trabajo.

      Volvemos por un instante a Midgley. Quizá por sentimientos de culpa o quizá por ofrecimientos económicos Thomas Midgley emigró de la General Motors y terminó trabajando en la Dupont. Allí desarrolló los famosos CFC´s o Compuestos Fluoro Carbonados. Durante casi 50 años se utilizaron en todos los aparatos de refrigeración, heladeras, cámaras frigoríficas, equipos de aire acondicionado y aerosoles. Y son los responsables en buena medida del "agujero de Ozono" que se abre sobre nuestras cabezas en el hemisferio sur.



      Thomas Midgley le ha proporcionado a la naturaleza (con sus compuestos de plomo primero y con los CFC mas tarde) el mayor daño ambiental que un solo hombre le ha hecho en toda la historia de la humanidad. 

      Patterson siguió luchando casi en solitario. Nunca ganó un premio por sus investigaciones. No es famoso. Probablemente si Bombilla Tapada no lo hubiese rescatado hoy ustedes jamás hubieran escuchado hablar del él. Sin embargo logró que a partir de 1986 se retirase del mercado estadounidense toda la nafta adicionada con plomo. A partir de ese momento se redujo en un 80% la presencia de plomo en sangre del norteamericano promedio. Murió en el total desconocimiento para la mayoría de los mortales el 5 de diciembre de 1995.

       A veces la realidad le da un giro dramático a las historias individuales y hasta parece que subyace una sombra de justicia divina. 

      Midgley contrajo poliomielitis a sus 51 años y quedó con importantes secuelas motrices. Ingeniero e inventor como era, diseñó una cama con un complicado sistema de cuerdas y poleas para poder moverse sin ayuda de terceros. Un mal movimiento lo dejó colgado entre las sogas de su invento y murió ahorcado.

      Y aunque parezca un dato sin mayores consecuencias, el hallazgo de Patterson ha demostrado con su cálculo de la longevidad de la Tierra algo que apenas se sospechaba. Existe algo (un poco) más viejo que Mirtha Legrand.




Que anden bien.