lunes, 4 de febrero de 2013

Konrad Lorenz, Mickey, la evolución y ET

      Es altamente probable que los vecinos de Konrad Lorenz pensaran que compartían vecindad con un tipo loco de remate. Por lo menos lo habrán pensado hasta que en 1973 recibió el Premio Nobel de Medicina y Fisiología. Es que el tipo era un estudioso de la conducta animal y andaba todo el día rodeado de un sinnúmero de bichos, particularmente gansos. Tanto se metió en el tema que fundó una nueva ciencia llamada etología que casualmente consiste en eso, el estudio del comportamiento animal. Algo así como un psicólogo de bichos. El viejo Konrad extrapoló tiempo después ciertos patrones de conducta animales hacia el humano escribiendo un libro ya célebre llamado "Sobre la agresión" donde busca explicaciones a nuestros instintos animales basándose en los comportamientos agresivos entre miembros de la misma especie. 

      Se conservan muchas fotografías de Konrad Lorenz perseguido por una hilera de gansos jóvenes. Fue él quien descubrió que muchas aves vienen programadas, digamos, para reconocer como "Madre" a aquello que está a su lado cuando rompen el cascarón del huevo. Es que en un altísimo porcentaje de los casos suele estar ahí la gansa y el truco funciona a la perfección. Lorenz en cambio reemplazaba la presencia de la gansa por otros objetos, incluido él mismo, razón fundamental por la que existen esas fotos mencionadas al principio del párrafo. Los gansitos tomaban al bueno de Konrad por su madre y lo seguían a todas partes. Más allá de lo divertido de la situación, no es que uno pueda ganarse el Premio Nobel por hacer esa clase de payasadas. Konrad Lorenz investigó y describió muchísimos patrones de conducta y encontró ciertos hilos conductores que van desde las especies llamadas inferiores hasta nosotros.

      Al parecer, por mucho que nos empeñemos, seguimos siendo en el fondo (algunos en el frente) bastante animales. Los animales e incluso nosotros, traemos de fábrica cierto software del que no nos podemos deshacer por mucha civilización y cultura que le echemos encima. Así como los gansos reconocen a su madre en lo primero que ven, diera la impresión que nosotros venimos con una (entre varias) orden que nos empuja a que los recién nacidos o bebes humanos nos despierten ternura. Esta conducta es por demás conveniente; imaginen el desastre evolutivo si en lugar de despertarnos amor nos provocaran repulsión. Luego de la primera generación, chau humanidad. El humano es, por mucho, el animal cuya infancia es la más prolongada de todo el reino y necesita del cuidado de sus padres y adultos cercanos por muchísimo tiempo (en mi caso particular, por unos 40 años).
 
    Según descubrieron los etólogos, no todos los rasgos son necesarios para despertar la respuesta adecuada. Así como muchos animales reconocen a sus crías por el olor con independencia de aspectos físicos, ciertos estímulos visuales nos disparan el "modo ternura" haciendo funcionar el software que traemos de fábrica y despertando nuestra simpatía. Antes de pasar a su enumeración, que es lo que seguramente están esperando, les advierto una cosa. Este conocimiento es público y ya fue y es utilizado en nuestra contra o mejor dicho en favor de intereses comerciales. ¿No me creen? Ya van a ver.

      El cachorro humano presenta notables diferencias para con el ejemplar que será en su vida adulta. Mayormente, el resto de los mamíferos al nacer, se parece mucho a un ejemplar adulto pero achicado. Un ternero es esencialmente una vaca pequeña, un potrillo es un caballo en miniatura. Los tamaños relativos difieren poco desde que nace hasta su forma adulta. Quiero decir, su cabeza, tronco y patas mantienen una proporción mas o menos constante durante toda su vida. En cambio los humanos no. Tenemos la cabeza desproporcionadamente grande con respecto al cuerpo al nacer. Nuestros miembros inferiores son cortos y plegados y nuestras manos pequeñas. En nuestra cabezota neo natal, los ojos nos quedan grandes y la nariz pequeña. La boca y el mentón ocupan, relativamente, poco lugar en el contexto de la cara que tendremos cuando crezcamos.

      Pareciera ser que cualquier cosa o bicho que tenga estas características nos despierta inmediatamente sentimientos de simpatía. Los diseñadores y directores de arte de muchas películas han creado sus criaturas en función de estas premisas a los fines de que nos gusten bichos que normalmente nos provocarían repulsión. El mejor ejemplo es el de Mickey Mouse. A lo largo de su prolongada historia los tamaños relativos de la anatomía del famoso ratón se han modificado de modo de calzar en esa teoría. Crece el tamaño de la cabeza, baja la cintura con lo que las patas quedan más cortas. Al ponerle pantalones se engrosan las piernas y parecen aún más cortas. El hocico es menos roedor se ensancha y aparece como más corto. Lo que en el Mickey original es todo el ojo en el Mickey moderno es sólo la pupila haciendo que el ojo se vea más grande.

      Pudiera ser una coincidencia. Los dibujantes y diseñadores de la Disney se cansaron del diseño original y comenzaron a modificarlo sin un sentido determinado. Podría ser, podría ser. Busquemos otro a ver si encontramos.

      Un bicho de apariencia fría y reptílica no debiera despertar nuestra compasión ni simpatía. Sin embargo todos hemos llorado cuando la NASA secuestra a ET. El extraviado extraterrestre que bien parece una tortuga desalojada de su caparazón tiene sus características físicas calcadas de la descripción de un par de párrafos arriba. Ojos muy grandes, nariz y mentón pequeño, enormemente cabezón y de patas notoriamente cortas. Si no les alcanza les propongo que analicen anatómicamente, antes de que Silvestre lo capture a Tweety. O al ratón Jerry. O a Bob Esponja. Y puedo seguir con la lista.

      Ninguno de los mencionados son "humanos" sin embargo llaman a nuestra compasión y simpatía por el hecho de compartir estas características que han sido descubiertas mediante el análisis científico. Otro ejemplo más de uso de un descubrimiento en aras de la prosperidad comercial de una empresa, en este caso del entretenimiento y los muñecos en general. Cuando derramen una lágrima frente a la pantalla en solidaridad con un muñeco abandonado, fíjensé cuan perversos han sido sus diseñadores apelando a nuestros más profundos sentimientos animales.

      Que descansen.

      

2 comentarios:

  1. Interesantes charlas supimos tener del paralelo humano-animal. Enseguida, se me vino la imagen de Homero sacudiendo la lata para abrirla, en aquel reciente capítulo de la familia amarilla, o Bart comparado con un Hamster, para los Simpsonmaníacos de la primera hora.

    Menos mal que no nos metimos con las necesidades venéreas, donde el parecido es aún más evidente, que sino no terminábamos la nota entre ejemplos y justificación de nuestras conductas más chapuseras e irracionales.

    Un gusto leerlo, como siempre.

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  2. Esta todo friamente calculado...Karina.

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