martes, 18 de febrero de 2014

Por culpa de los Tulipanes...flor de crisis

      Quizá el mayor éxito del método científico ha sido el establecimiento de leyes generales que permiten la predicción de acontecimientos particulares. Si soltamos una pelota de nuestras manos, sabremos en principio que se dirigirá hacia el suelo. Pero además podremos prever cuan alto picará y aproximadamente cuantas veces lo hará, a pesar de que quizá nunca antes habíamos agarrado esa pelota con anterioridad. Conocemos las leyes que determinan su comportamiento de antemano y no nos hace falta consignar cada pelota en particular, salvo excepciones.

      El universo parece responder con dócil obediencia a todas estas leyes y principios. La física explica y predice tanto el movimiento de los planetas al rededor del sol como las fuerzas que operan sobre un automóvil al tomar una curva. Gracias a estas leyes dominamos las aguas, los cielos y hasta el espacio. La luz, el sonido, los fluidos, los motores, virtualmente todo cae y cumple las normas predichas con antelación.

      Envalentonados por los éxitos en esos campos expertos en diversas disciplinas pretenden aplicar los mismos métodos al comportamiento de acontecimientos que sufren la mano humana y ahí es donde empezamos a hacer agua. Es que tanto el hombre individual como la masa hace muchas veces lo que le canta sin apego a ninguna ley. O las cumple un rato y luego hace algo completamente imprevisible.

      El mejor ejemplo de esto último es la llamada ley de oferta y demanda. Podría postularse del siguiente modo: Cuando un bien es muy abundante (la oferta excede la demanda) su precio tiende a bajar. En cambio cuando un bien es escaso (la demanda excede a la oferta) su precio tiende a subir. Ejemplificando: si por algún motivo ha habido una exuberante cosecha de tomates su precio será bajo dado que hay muchos para la cantidad normal de compradores. Por otro lado, un coche modelo 1924 en excelente estado (de los que hay muy pocos) tendrá un alto precio debido a que no hay muchos y hasta quizá haya solo uno.

      En principio suena claramente razonable y hasta evidente. La pregunta que cabe hacerse es: ¿Hasta donde subirá el precio de un bien escaso? ¿Estas normas son rotundamente lógicas o la participación de humanos en el medio pueden llegar a desvirtuarlas hasta límites ridículos? Vengan conmigo. Esta vez nos vamos a Holanda allá por el 1600.

      En persa, el arreglo de tela a modo de sombrero que los hombres llevan sobre sus cabezas se llama dulband. Llegó hasta nosotros como turbante pero en el medio del camino una flor procedente de Turquía, de pétalos acomodados del mismo modo que el aplique en cuestión, recibió en Francia el nombre de turban y se castellanizó como tulipán. Según parece el embajador del Imperio Otomano en Austria lo introdujo en Europa como toda una novedad. Allí en Viena un tal Carolus Clusius se convirtió en un apasionado de su cultivo. Cuando fue contratado como profesor en la universidad de Leiden, Holanda, se llevó consigo los bulbos de los tulipanes y fue así como estas flores llegaron a ese país convirtiéndose luego en casi un símbolo del mismo.

      La cosa es que para ese entonces Holanda vivía un período de brillante prosperidad económica. Eran conocidos como los fleteros de Europa. Buena parte del total del tráfico comercial europeo era transportado por barcos holandeses (Nota aparte: Además de mercadería tradicional Holanda participaba activamente del comercio de esclavos africanos. ¿Notaron que en la Selección Nacional Holandesa casi siempre hay jugadores de raza negra siendo que el tipo holandés es más bien blanco y rubión?) La clase burguesa holandesa vivía en la opulencia y como los tulipanes eran caros, exhibirlos en sus jardines era símbolo de buen pasar económico. Todo más o menos dentro de lo previsible. Siempre los que tienen dinero buscan elementos suntuarios con que demostrarlo y los tulipanes no eran más que uno de ellos como hoy puede serlo un plasma de 1.500 pulgadas o un automóvil importado.

      Hasta que hizo aparición un pulgón transmisor de un virus (aunque los holandeses de ese momento no lo supieran)

      La flor del tulipán es muy bonita pero la planta solo florece un par de semanas al año. No produce semillas sino bulbos (como el ajo). A pesar de que hay unas cuantas variedades reconocidas por la taxonomía botánica básicamente hay tulipanes amarillos, naranjas, rojos y blancos en gamas más o menos intensas pero de colores planos.

      Un pulgón llamado áfido suele infectarla. El insecto lleva en sus entrañas a un virus llamado Potyvirus que infecta al pobre tulipán. Los efectos del virus no son mortales para la planta ni mucho menos. Solo hace que sus colores se alteren y aparezcan estrías de otras gamas por lo tanto el tulipán "mutante" tiene rayas de otros colores lo que lo hace particularmente extravagante y llamativo. Y aquí empezó el problema holandés.

      Faltaban apenas unos 300 años para que el hombre identificara el primer virus por lo tanto a esas alturas los cultivadores de tulipanes holandeses no tenían ni la más remota idea de que demonios estaba pasando con sus flores. Lo que si sabían es que los bulbos de una flor con rayas muy probablemente dieran plantas que florecieran a rayas, pero no siempre. La cuestión es que esos tulipanes "raros" eran, por efecto de la citada ley de oferta y demanda, más caros que el resto. Pero ¿Cuan caros?





      Para 1620 los ingresos promedios anuales de un holandés eran de unos 150 florines anuales. Un solo bulbo de tulipán infectado llegó a valer 1.000 florines en 1623. Para ahorrarles cuentas; un holandés promedio debería ahorrar su sueldo completo durante 6 años y medio para comprar un solo bulbo de tulipán. Pero las cosas no terminaron ahí...

     El precio de los bulbos siguió subiendo de modo que durante la década del 30 (de 1630 obviamente) el rendimiento del negocio de los tulipanes rondó el 500% de ganancia. Ya para 1635 las cosas habían tomado un vuelo que nadie hubiera imaginado. Para comparar, 40 bulbos de tulipán se vendieron por un valor equivalente a 100 toneladas de manteca, unos 100.000 florines el equivalente al salario anual de 660 personas juntas. Pero, esto no sería lo peor. Esperen.

      Al año siguiente, 1636, se declaró una epidemia de peste bubónica. La merma en la cantidad de población restó mano de obra agrícola y esto hizo que los precios....subieran aún más. De ese modo Holanda inventó lo que hoy se conoce como "mercado a futuro" o en otras palabras: la venta de bienes que uno aún no tiene. Es como decir: - Vea. Yo tengo una vaca. Le vendo el ternero que eventualmente esa vaca parirá aunque todavía no esté ni preñada.

      Quienes tenían propiedades, las hipotecaban a cambio de bulbos de tulipán futuros. Los comerciantes de otros ramos abandonaban sus negocios habituales para dedicarse a la compra de tulipanes que aún no habían sido sembrados. Burgueses, comerciantes, labradores, artesanos....todos los que poseían algún bien preferían canjearlo por tulipanes. Los tulipanes durante ese 1636 llegaron a cotizar en la bolsa de comercio.

Todo concluye al fin, nada puede escapar.

      El 5 de febrero de 1637 99 bulbos de tulipán fueron comprados en 90.000 florines. Y ese fue el último gran negocio de los tulipanes holandeses. Al día siguiente 500 gramos de bulbos fueron ofrecidos por 1.250 florines y nadie ofertó por ellos. Sin causa alguna nadie quería comprar más tulipanes y a partir de ese momento todo el mundo intentó deshacerse de los bulbos comprados, ya sea que los tuvieran en la mano como que todavía no hubieran sido ni siquiera sembrados. Ante la abundancia de la oferta, las leyes del mercado hicieron lo habitual y los precios se desplomaron de manera estrepitosa. Todo el que había apostado de algún modo por el negocio de los tulipanes debió declararse en quiebra. Los contratos no pudieron cumplirse. El gobierno holandés declaró nulos los contratos celebrados más allá de noviembre de 1636 y dio por pagados los anteriores con tan solo el 10% de su monto total abonado.

      No solo se detuvo la rueda del comercio de los tulipanes. Si un comerciante hubiera señado una propiedad inmueble, que terminaría de pagar con el beneficio de la venta de unos tulipanes que se realizaría la próxima primavera ya no podría hacerlo. Y tampoco podría hacer ningún negocio el vendedor de la propiedad, puesto que ya no recibiría ningún dinero y así toda la economía holandesa cayó en una crisis profunda de la que tardó varios años en recuperarse.

     Afortunadamente la luna sigue girando en torno nuestro cada 28 días sin variaciones desde hace millones de años. Aún si su órbita tuviera perturbaciones (que las tiene) estas son perfectamente calculadas y previstas por las leyes de la física.





      Ahora, cuando las leyes de cumplimiento universal pretenden extrapolarse a los asuntos humanos queda demostrado que la lógica, en estos casos, es solo la excepción.

Y ahora me voy a regar mis hortensias, que no darán ganancia pero, hasta ahora, no han provocado crisis económica alguna, que yo sepa.

Que anden bien!




2 comentarios:

  1. ¿Tulipanes o casas? Cualquier parecido con la realidad no es ninguna coincidencia.

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    1. Entiendo a que se refiere.
      De cualquier modo hay una diferencia: la casa sigue ahí en cambio un tulipán se secará y mas temprano que tarde morirá. La burbuja inmobiliaria y el caso de los tulipanes holandeses tienen puntos en común.

      Gracias por leer y comentar

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