domingo, 16 de agosto de 2015

Serendipia: el refugio de los plagiarios o de lo afortunado de algunas coincidencias

      El piano Steinway & Sons de gran cola que domina el centro del Salón de Nogal del Blog sonaba con dulce ritmo de 3/4. Su ejecutante, nuestro catedrático de Geometrías No Euclideanas arrancaba de él melancólicos sones de un vals. El sonido atrajo al especialista en Cerámica Precolombina quien se acercó hacia el instrumento con una leve sonrisa en sus labios.



- Veo que le ha gustado mi vals "Te recuerdo siempre que puedo, Isolina"
-¿Su vals? - interrumpió la ejecución bruscamente el geómetra - Este vals se llama "Tu mirar es el combustible que mi sistema circulatorio necesita para seguir vivo" y lo compuse hace unas dos semanas.
- Eso es imposible, esa melodía y aún la armonía pertenecen a mi inspirada oda al amor que sentía por Isolina Bonacolsi Savonarola. Noble dama a la que me unió cierto lazo afectivo durante nuestras juventudes
- Vea mi amigo -  dijo el catedrático dejando su puesto frente al piano a la vez que blandía en su mano la partitura que acababa de ejecutar - este vals es tan fruto de mi inspiración como mi libro "A mi no me vengan con Euclides". No admito que nadie tienda siquiera la sombra de una sospecha sobre mi autoría.

      Antes de que la cosa pasara a mayores, se puso de pie trabajosamente desde las profundidades de un mullido sillón de cuero verde nuestro anciano especialista en Simbología Mesopotámica

- Caballeros - caminó unos pasos hacia el piano poniéndose entre ambos doctores -estamos ante un claro caso de serendipia

Ambos lo miraron con curiosidad a la espera de que el viejo catedrático continuara. 

- Se trata - aclaró el anciano - se coincidencias afortunadas casi inexplicables. Un científico busca una cosa y encuentra otra. Un músico escribe una combinación de notas similar a otra que nunca escuchó. Alguien prueba un medicamento para una dolencia y termina siendo útil para curar otra. La extraña palabra proviene de un cuento tradicional persa llamado "Los tres príncipes de Serendip" donde los protagonistas resuelven sus problemas a fuerza de increíbles casualidades. Precisamente del terreno de la literatura provienen dos de las serendipias más insólitas de que se tenga noticias y cuyo relato dejó también pasmados a los dos catedráticos que pugnaban por la autoría del vals.



      En un gesto de generosidad vamos también a revelárselas a ustedes. Traigan ropa impermeable que la mayor parte de la historia transcurre en el mar.

Morgan Robertson
      Nacido en 1861, Morgan Robertson fue ante todo un hombre de mar aunque no militar sino que llegó a ser oficial de la marina mercante estadounidense. Su mismo nombre lo relaciona con los barcos aunque en lugar de pirata, Morgan tenía vocación de escritor. Al cabo de muchos años a bordo varios buques Robertson dedicó sus últimos 10 al negocio de los diamantes. Escribió al menos 2 novelas que han llegado a editarse con relativo éxito y varios relatos cortos. Sin embargo, aunque bien escritas, no han sido sus méritos literarios los que le han brindado algo de relativa fama. La primera de ellas fue escrita en 1898 y se llama Futility (Futilidad) pero luego de 1912 le fue agregado un subtítulo, ya verán porque. La otra fue titulada Beyond the Spectrum (Más allá del espectro) y conservó su título original únicamente. La primera es una novela de aventuras con paisaje marino y la última una novela bélica. Hasta acá nada llamativo ni novedoso. Pero nos estamos acercando al nudo del asunto.

     El protagonista de Futilidad se llama John Rowland y es marino. Más precisamente teniente de marina de la armada inglesa. Al británico de la ficción le gustaba mucho la bebida por lo que pierde frecuentemente la línea de conducta razón por la cual la Armada de Su Graciosa Majestad lo echa de sus filas. Rowland sigue bebiendo hasta caer en las peores miserias humanas. Finalmente se enlista como marinero raso en un gran buque de lujo que tiene un grave accidente en altamar y se hunde. Logra salvarse y salvar a una niña con quien vive cierto número de aventuras hasta que ambos son rescatados. Este acto de altruismo lo redime y su vida cambia completamente.



Titanic
     Si usted me dijera que ha visto cientos de películas con argumentos similares pero con policías, soldados, bomberos o técnicos mecánicos y mayormente sin barcos yo le respondería que está en lo cierto. El antihéroe en el que nadie confía a causa de sus antecedentes y que al final se convierte en protagonista de los actos más valerosos y altruistas. En ese momento, entonces, usted me preguntaría para que demonios lo he traído hasta aquí. Verá usted: el barco que tripulaba Rowland se llamaba Titán....muy parecido a Titanic ¿No? Bueno, dirá usted, una golondrina no hace verano. Es sólo una coincidencia. Hay más de una, créame. Muchas mas.

      El Titan de la novela (descripto por Robertson como un palacio flotante), como el Titanic de la realidad unía Europa con Norteamérica, es más unía Inglaterra con Estados Unidos. Robertson imagina que su Titán fue construido en Southampton, el mismo puerto en el que fue botado el Titanic. Cuando nuestro escritor imagina su barco lo hace gigantesco, de 243 metros de eslora, por sus características de construcción, sus imaginarios fabricantes lo catalogan como inhundible. El verdadero Titanic medía realmente 268 metros (tan sólo 25 metros de diferencia, un escaso 10%)  y también fue calificado como inhundible. Robertson le adjudica 3 hélices y 2 mástiles a su literario Titán lo mismo que hizo la White Star Line con el Titanic real.

      Ya puestos en el mar el Titán de la novela viajaba desde New York hacia Liverpool a su velocidad máxima, 25 nudos. El único viaje del Titanic real se hizo desde Southampton hacia New York (en sentido inverso) a su velocidad máxima: 23 nudos. Ambos zarpan en Abril. El mando del Titán estaba a cargo de un imaginario Capitán de apellido Smith mientras que el real capitán del Titanic se llamaba Edward Smith.  El desenlace de ambas historias ocurre tanto en la novela como en la realidad a unos 400 kilómetros de la isla de Terranova. En ambos casos los barcos circulaban a su velocidad máxima y sorprendentemente ambos chocaron contra un iceberg. Ni el Titan ni el Titanic tenían botes suficientes (24 para 3000 pasajeros ficticios del Titán, 20 para los 2200 reales del Titanic). Ambos se hunden.

      Luego del 15 de abril de 1912 (fecha del hundimiento del Titanic de "carne y hueso") alguien se acordó de haber leído una novela similar editada 14 años antes. Sorprendidos los editores decidieron agregarle un subtítulo al anodino "Futilidad", desde ese momento el libro es conocido también como "El naufragio del Titán".

      Pero ¿usted no dijo que iba a hablar sobre dos casos de serendipia? ¿No me diga que el mismo escritor creó otra novela cuyos hechos luego se cumplieron? Bueno, si usted quiere no se lo digo....pero fue así.

      Para 1914 la aviación era casi un peligroso hobby aristocrático. A pesar de que desde hacía un par de siglos se venían usando globos aerostáticos para tareas de observación y reconocimiento, los aparatos voladores eran más peligrosos para el que los conducía que para los enemigos. El primer registro sobre el uso de una máquina voladora para atacar a un enemigo en combate data de 1911 y corresponde a un piloto italiano que lanzó desde su aeroplano algunas granadas sobre territorio libio provocando algunos heridos. Aún en este contexto desfavorable nuestro amigo Robertson escribió "Más allá del Espectro" una novela bélica, como dijimos, sobre un ataque aéreo...sobre territorio norteamericano...por parte de la aviación japonesa...sin declaración de guerra previa...un domingo de diciembre por la mañana. Tal y como Pearl Harbor pero escrito 27 años antes. Los japoneses además de bombas convencionales (aún no inventadas en 1914) tienen la capacidad de lanzar "bombas sol" unos dispositivos de estallido tan enceguecedor que remiten al brillo de nuestra estrella cercana y de explosión tan poderosa que eran capaces de hacer desaparecer una ciudad entera con una sola de ellas, tal como lo pudieron experimentar los propios japoneses de la novela pero con 31 años de demora con respecto a su edición, en Hiroshima.

      ¿Poseía acaso Morgan Robertson el don de la profecía? En absoluto. Luego del shock de las coincidencias de Futilidad con el verdadero naufragio del Titanic, sus editores se lanzaron sobre los pequeños relatos que vendía a los diarios para su publicación por U$S 25 cada uno. Si hubieran llegado a encontrar alguna otra coincidencia podrían hacer dinero así como lo hicieron en el primer momento luego del naufragio con el Titán. Nada de eso ocurrió. La estrella literaria de Robertson se apagó unos meses después del hundimiento del Titanic y su vida lo hizo 3 años más tarde, el 24 de marzo de 1915 en un hotel de Atlantic City.




   

     Amparados en la posibilidad de que se tratase de un caso de serendipia, algunos comenten los más ominosos plagios. Canciones que suenan exactamente igual una a otra. Películas con el mismo argumento. Señoras varias que, una vez estiradas sus pieles faciales, lucen la misma cara que las demás o chistes que tienen el mismo remate aunque con una diferencia de 30 años entre uno y otro.

Que anden bien!









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