domingo, 2 de noviembre de 2014

Un Ford viaja a Brasil pero Alemania se le pone en medio y debe volver a Detroit

      Muy a pesar de que grandes civilizaciones de la humanidad alcanzaron un alto grado de desarrollo sin haberla conocido, sin dudas la rueda es el invento que más ha impulsado la tecnología del hombre hacia adelante. Sin embargo su real importancia no solo radicó en ella sino en su amplia familia. Es cierto que cualquier cosa pesada montada sobre por lo menos un par de ellas se mueve de un modo mucho más sencillo que siendo alzada en andas o empujada arrastrando por la fuerza humana. Pero la tecnología debe mas a su hermano lungo, el rodillo; su primo dientudo, el engranaje y su amiga acanalada, la polea. Las máquinas que nos independizaron de la fuerza humana para el trabajo contienen normalmente a toda la familia completa de la rueda.  

      A inicios del siglo XX con la llegada de los automóviles las ruedas pasaron a ser las protagonistas de la historia, por lo menos de esta que estamos a punto de comenzar a contar. Más pesados y veloces que los carros tirados por caballos, las ruedas de madera con fleje de acero eran completamente insatisfactorias cuando no inútiles. A alguien se le ocurrió revestir el acero de la banda de rodamiento con caucho que si bien mejoraba el rodaje no hacía del andar en auto la agradable experiencia de hoy en día. 




       En Belfast, Irlanda del Norte, vivía un veterinario cuyo hijo utilizaba un triciclo para ir a la escuela. Las calles de la ciudad tenían un pavimento deficiente (no se si habrá mejorado. De hecho nunca estuve en Belfast) lo que hacía que el pequeño se quejara de lo duro que era conducir su vehículo. Su padre entonces tuvo la brillante idea de hacer un tubo de caucho inflable y cubrir con él el contorno de las ruedas. El nombre del veterinario irlandés era John Dunlop y se lo reconoce como el inventor del neumático. Sin ninguna intención de evitar el chiste fácil, de ahí en más todo comenzó a andar sobre ruedas.



      Conforme la fabricación de automóviles dejó de ser un divertimento de ingenieros excéntricos y se convirtió en una real industria, la demanda de caucho (la materia prima de los neumáticos) comenzó a crecer. El caucho, al menos el natural como sabrán proviene de un árbol. Su nombre científico es Havea Brasiliensis pero los aborígenes del Brasil, de donde es originario, le llamaban Cautchouc que en su idioma quiere decir: "árbol que llora". Luego de recolectar la savia del árbol mediante un corte en V el menjunje gomoso debe cocerse hasta espesarse para obtener una "bala" de caucho. De ahí en más debe someterse a un proceso llamado vulcanización que lo endurece (del que hablamos alguna vez en otro post de Bombilla Tapadahttp://bombillatapada.blogspot.com.ar/2013/09/samuel-gladstone-el-tipo-mas-equivocado.html) y más adelante, con el agregado de una malla de acero y demás complejidades obtendrá uno un neumático digno de ser aprovechado.

      Como decíamos al principio del párrafo ut supra (o sea el de acá arriba pero dicho en difícil) la fabricación de automóviles, en un momento dejó de ser un hobbie para pasar a ser una importantísima industria de miles de millones de dólares. Uno de sus pioneros sin dudas fue Henry Ford. Fundador de la Ford Motor Company es también el inventor de la fabricación de productos en serie. Cada obrero de su fábrica se encargaba de solo una tarea lo cual le otorgaba una notable habilidad para realizar la misma con la consecuente caída de los tiempos de producción. A cambio el pobre tipo sufría una terrible alienación laboral. Pasaba ocho, doce, diez y seis horas apretando el mismo tornillo, ajustando la misma tuerca o soldando el mismo rulemán. Ganaban buenos salarios para la época (U$S 5 por día, el doble que en cualquier otra automotriz) pero a cambio quedaban poco menos que locos. Dormían, comían, vivían y soñaban con la actividad laboral iterativa y rutinaria que desarrollaban todos los días en la fábrica. El caso es que Henry Ford estaba orgulloso de sus métodos y sus buenas razones tenía. En 1908 un Ford modelo T  0 Km. tenía un valor de mercado de 825 dólares. Para 1916 el mismo automóvil salía de la fábrica a 360 dólares. Los motivos eran la altísima especialización de sus operarios y el dominio por parte de Ford Motor Company de toda la producción. A su planta de Detroit solo ingresaban materias primas y salían automóviles terminados. A excepción de un solo detalle: los neumáticos. Si Ford quería dominar todos los elementos que conformaban un modelo T debía lanzarse al mercado del caucho y eso hizo.

Eso si, lo hizo a lo Ford.

Henry Wickham
      Muy a pesar del gobierno brasileño que con mucho celo controlaba que nadie sacara del país semillas del árbol de caucho, para controlar que nadie pudiera robarles el negocio, un tal Henry Wickham, inglés por supuesto, se convirtió en el primer bio pirata de que se tenga memoria al robar una barcaza llena de semillas de Havea Brasiliensis con destino Inglaterra. Los Reales Jardineros de su Majestad, famosos por sus orquídeas, determinaron que el lugar del mundo con clima más parecido al norte del Brasil eran Malasia y Ceilán, casualmente colonias británicas. Y tuvieron éxito; los arboles plantados y cultivados  de manera sistemática por botánicos profesionales eran más eficientes que sus colegas silvestres del Brasil. La zona de Amazonia, en el norte del Brasil, que había vivido unos años de fulgor a la sombra del caucho comenzaba a decaer a manos de los productores ingleses.

      Viendo que el negocio se esfumaba el gobierno de Brasil vio con beneplácito un proyecto de Ford. Comprar  1.000.000 de hectáreas en las riberas del río Tapajós cerca de la actual Manaos libre de impuestos durante 12 años a cambio de darle trabajo a obreros de la zona. En 1927 Fordlandia estaba en marcha.

     El proyecto de Ford pretendía trasplantar una ciudad norteamericana completa desde los Estados Unidos hacia el Brasil, de hecho la superficie de Fordlandia era similar a la del estado de Connecticut. Instaló en medio de la selva una ciudad con calles pavimentadas, usina eléctrica (para 1927 toda una excentricidad por esas tierras), planta potabilizadora de agua, hospital, escuela, cine y teatro, múltiples negocios, restaurantes, zapaterías, salón de baile y hasta campo de golf. La intención final de Henry Ford no solo era producir caucho sino re-crear el estilo de vida yankee en el Amazonas que tan buen resultado le había dado en Detroit, convencido de que esto era lo mejor que podía pasarles a los nativos. Supongo que no estaré desilusionándolos con un final sorprendente si les adelanto que el proyecto no prosperó y terminó realmente mal.

      Para empezar, no hubo manera de que los nativos apreciaran las hamburguesas, el arroz integral o los cereales para el desayuno. Tampoco fue posible, por rigurosas cuestiones climáticas establecer el horario normal de trabajo de 9 a 5 como en los Estados Unidos siendo que en el trópico es el horario de mayor marca térmica y humedad. Mucho menos, bajo ese calor insoportable, a usar overoles de gruesa lona para trabajar. Ford procuró transplantar también el culto religioso, las festividades norteamericanas (como el día de Acción de Gracias) y la Ley Seca (la prohibición de consumir y vender alcohol) que regía en los Estados Unidos en ese momento. También fracasó en esto.

      Dos años después de su inauguración, Fordlandia no había producido ni un solo kilo de caucho y ya estalló una revuelta. En la navidad de 1930 las autoridades norteamericanas de la compañía se vieron obligadas a pedir la ayuda del ejército del Brasil para sofocar la sublevación de los obreros. Los trabajadores jerárquicos norteamericanos, objeto de la ira de los operarios nativos aprovecharon para renunciar y volver a su tierra donde, si bien ganarían menos, sus vidas no correrían peligro.

      Ford entonces, decidió hacer una jugada audaz. Contrató trabajadores de Barbados, para sustituir a los brasileños rebeldes y envió a un grupo de botánicos a examinar in situ por que la producción de caucho era tan magra sino nula. Ambas cosas le devolvieron respuestas desagradables. La importación de trabajadores extranjeros enojó aún más a los nativos y el estudio de los científicos le indicó que no había ni remota posibilidad de que la plantación tuviera un rendimiento parecido a las británicas de Malasia y alrededores. En apariencia la determinación de haber plantado los arboles muy cerca para obtener mayor productividad por superficie cultivada era contraproducente. Los vaticinios de los botánicos se hicieron dramáticamente correctos cuando un hongo atacó la plantación y la cercanía de una árbol con otro provocó un contagio en cadena que mató a todos los Havea Brasiliensis desde allí hasta 140 kilómetros río abajo.

      Henry Ford no era un tipo acostumbrado a perder. Realizó entonces otro movimiento y mudó la ciudad de Fordlandia hasta otro lugar con mejores suelos que bautizó como Belterra. Recién ahí y en 1942 (14 años luego de su fundación) Belterra entregó su primer producción de caucho con un rendimiento aproximado al 50% de lo que se conseguía en las islas de sudeste asiático.

      Precisamente el sudeste asiático es el culpable de despabilar el sueño de Ford, cuanto menos de manera indirecta. Casi todas las islas de la zona eran dominio ingles en los momentos previos al estallido formal de la Segunda Guerra Mundial. Ante la inminencia del conflicto, Inglaterra comienza a acaparar caucho para su uso bélico (ruedas tanto de camiones como de aviones o motos) y a retacearle el material a quien terminará siendo su enemigo en la contienda: Alemania.

      Los alemanes se ponen a trabajar e instalan laboratorios donde se hacen pruebas de desarrollo de posibles sustitutos artificiales del caucho natural. Finalmente lo consiguen y en poco tiempo, todo el interés puesto sobre las plantaciones de Havea Brasiliensis desaparece. A nadie le despierta el más mínimo interés el árbol por el que se habían vuelto locos 20 años antes. Para 1945 se producen 70.000 toneladas de caucho sintético por año, el doble que el de caucho natural.



Henry Ford no era un tipo acostumbrado a perder, pero su tuvo que acostumbrar.

      Definitivamente en 1945 terminó por abandonar del todo sus sueños de Fordlandia en el Amazonas. Henry Ford llegó a un acuerdo y el Brasil le "compró" las dos ciudades por un precio ridículamente simbólico. Es más, quizá hasta hubiese ofrecido pagar él para que el Estado Brasileño se quedara con las ciudades de Fordlandia y Belterra.



      Uno amasa unos sueños más bien modestos que muchas veces tienen mayor componente sentimental o afectivo que económico. El sueño trunco de Ford le costó unos 20 millones de dólares de pérdidas (calculada al valor actual, unos 200 millones de hoy).

      En el caso en que en lugar de soñar con unas vacaciones de 10 días en la montaña o pintar el living de naranja trigo sueñen con fundar una ciudad en el Amazonas no duden en consultar al Departamento de Inversiones Inmobiliarias de Bombilla Tapada. Asesoramiento gratuito al 0800-333-NOHAGASMACANAS

Que anden bien.







domingo, 26 de octubre de 2014

En dos palabras demostramos que no hay nada nuevo bajo el sol

      Los muchachos del Imperio Romano anduvieron por todos lados. De hecho Europa está plagada de Arcos de Triunfo y palabras en latín cosa que siempre se empeñaban en dejar allí donde hubiesen conquistado y quedado el tiempo suficiente. Además de la aceitada maquinaria militar los romanos fueron conocidos por una estrategia para con los pueblos conquistados que les dio excelentes resultados. Nunca se metieron con la religión del pueblo sometido en tanto se cumplieran dos preceptos para con ellos. Hacer la genuflexión anual ante la estatua del Emperador y pagar el correspondiente impuesto al Estado. Como contrapartida, normalmente los funcionarios imperiales participaban de los rituales importantes de la religión que profesaran los conquistados a no ser que sus normas lo impidieran. Quien cumplía con estos dos principios podría ser judío, pagano o Caballero Jedi si así lo deseara sin recibir molestia alguna por parte del Estado. Es más, una buena cantidad de ciudadanos profesaba una mezcla de todos los cultos tomando pedazos de uno u otro lado de acuerdo con su gusto. Aún sigue pasando y un judío puede reunirse a festejar la Navidad católica y el Halloween pagano sin que nadie lo cuestione en absoluto.

      Pero algunos romanos no aceptaban la promiscua mezcla de dioses y rituales. Permanecían fieles solo a uno. Se oponían a que nadie no iniciado en la religión participara de sus ritos y lo hacían con mucha vehemencia. El nombre que le daban a sus templos estos puristas religiosos era fanum y como guardianes férreos del mismo, aquellos que no aceptaban a nadie de afuera dentro de su religión recibieron el nombre de fanaticus. Así nuestros actuales fanáticos (religiosos, políticos, deportivos) no aceptan la influencia externa, particularmente la de los razonamientos.

      Visitaremos hoy una curiosa secta del mundo musulmán, cuyos integrantes también son el origen de otro vocablo de nuestro idioma. No solo vamos a viajar a Medio Oriente sino que tenemos que situarnos en el siglo X. Átense las sandalias, colóquense el turbante que allá vamos, los camellos nos esperan.

Mahoma
      En lineas generales, luego de la muerte del profeta Mahoma en el año 632 comenzaron a gestarse tensiones entre quienes pretendían ser su sucesor. Cincuenta años después, batalla mediante, el Islam se divide en dos grandes grupos. Los Chiitas y los Sunitas. Dejamos a los Sunitas y nos quedamos momentáneamente con los Chiitas. En el 765 el califa Yafar as-Sadiq había declarado sucesor a su hijo Ismail Ibn-Yafar pero el bueno de Ismail procedió a morirse antes de asumir como Imán (no es que se le pegaran los metales, Imán es el título que lleva la autoridad religiosa). Su hermano Muza Al- Kazim tomó la posta. Algunos lo siguieron pero un buen número no creyó que Ismail hubiera muerto sino que andaba escondido a la espera de un re ingreso triunfal al estilo de Jesús. Sus seguidores se convirtieron en Ismailistas. Con esta rama del Islam es con la que nos quedaremos. Al momento de escribir esta nota Ismail Ibn-Yafar sigue sin aparecer.

     Al cabo y para complicar las cosas los Ismailistas se dividen nuevamente. Un grupo se establece en Egipto y otros, siguiendo a un tal Hamdan Qarmat fundan un nuevo estado, donde hoy se encuentra el Sultanato de Bahrein haciéndose llamar Cármatas. Dejemos a los cármatas sudar al sol y volvamos con los que se quedaron en Egipto. Llegando el fin del primer milenio y en honor al nombre de la hija de Mahoma (Fátima) el norte de África es conducido por la dinastía Fatmí. Tanto lo dominan que cambian la capital del califato a una ciudad que llaman Al-Qáhira y que se ha castellanizado como... (¿adivinan antes de leer?) El Cairo. Cerca del final del primer siglo del segundo milenio (1090 aproximadamente) el califa Al-Mustansir fallece. Entonces sus hijos Al-Mustali y Al-Nizar se reparten los fieles fatmíes formando dos grupos: mustalíes y nizaríes respectivamente. Y ahora, luego de tantas divisiones y si no se perdieron nos quedaremos definitivamente con los nizaríes y comenzamos con la parte movida de la historia.

      Un grupo de nizaríes se muda a lo que hoy es el sur de Irán haciéndose fuerte en un castillo llamado Alamut (a los que hayan jugado al vídeo juego Príncipe de Persia este nombre les sonará familiar) Durante más de 200 años la fortaleza de Alamut fue inexpugnable. Su posición en lo alto de una montaña sobre el valle de Elburz le posibilitaba controlar cualquier intento de asalto. Finalmente los mongoles lograron batir Alamut y no solo eso sino que la destruyeron hasta los cimientos de modo que nadie mas pudiera nunca volver a hacerse fuerte en ella. Durante el primer tiempo del alquiler de Alamut por parte de los nizaries, estos estuvieron gobernados por Hasan ibn Sabbah conocido como "El viejo de la Montaña".

Ibn-Sabbah
      Entre tantas facciones como las que mencionamos en estos últimos 3 párrafos, los intereses políticos eran una fuente constante de tensiones, pases de factura y traiciones. Los nizaríes comandados por el Viejo de la Montaña no solo toleraban sino que fomentaban el homicidio por razones políticas. Y no solo eso, en su lucha contra los sunitas preferían un homicidio público a uno privado, de modo que la población temiese su presencia. Son los primeros terroristas de que se tenga registro. En su primera aparición pública degollaron a un Visir, nuestro equivalente a un ministro de gobierno, en plena calle lo que les confirió gran notoriedad .  En Alamut reinaba la más rigurosa disciplina y sus miembros estaban organizados en estrictas jerarquías. Podían infiltrarse dentro de una comunidad, como uno más, hasta el momento de dar el golpe. Entrenados al nivel de un comando de hoy en día los nizaríes no dudaban en arriesgar y aún perder la vida en pos de una misión encomendada. Pero ¿Como se las ingeniaba Ibn Sabbah para alcanzar una obediencia tan extrema por parte de sus acólitos?

      Según la fe musulmana, a los muertos piadosos los espera el Yanna. El paraíso musulmán, al contrario del judeo-cristiano que es un lugar más bien bucólico con pinta de aburrido, es el imperio de los placeres. Allí en el Yanna, toda comida es un banquete con los más finos manjares, los vinos no embriagan, todos visten ropas lujosas haciendo juego con el mobiliario del lugar. Todos tienen 33 años y hasta la misma estatura. Los placeres no se remiten únicamente al comer y al beber. Hermosas señoritas, tan jóvenes como perfectas, están dispuestas a satisfacer las necesidades venéreas del finado con placeres, según sostienen sus apologistas, cien veces más intensos que los terrenales. ¿Por que les estoy contando esto en medio de la historia de los nizaríes?

      Una vez reclutados en la fortaleza de Alamut y en medio del entrenamiento, una noche cualquiera, el recluta era convidado a fumar ciertas hierbas. Caía entonces persa de la ensoñación y al despertar se encontraba en unas habitaciones fastuosas, desbordantes de lujo. Mesas servidas con faisanes, dátiles y vinos especiados. Hermosas señoritas vestidas con velos danzaban voluptuosas músicas mientras insinuaban sensualmente sus encantos. Un par de días después, cuando se estaba acostumbrando a la buena vida, despertaba en la barraca en donde se había dormido la primera vez, con las mismas ropas que antes, sin las mujeres ni la  música. Presa de un profundo desencanto intentaba averiguar que era lo que había pasado pero nadie sabía nada. Ni qué había pasado con él ni donde quedaban esas estancias lujosas en las que había gozado durante los últimos días. Hasta que Hassan Ibn-Sabbah se lo revelaba.

      Le decía entonces que el Profeta (Mahoma) había querido mostrarle el paraíso por un tiempo, para que viera que era lo que le esperaba al morir. De ahí en adelante el tipo no quería otra cosa que cumplir con las misiones encomendadas, cuanto más suicidas y peligrosas, mejor. Ahí radicaba el secreto del comportamiento temerario de los nizaríes.

      Por supuesto que la puesta en escena era parte de un engaño ideado por el Viejo de la Montaña. Las hierbas que le daban a fumar eran un derivado del cáñamo. Una resina llamada hashish a la que más temprano que tarde todos los nizaríes se hicieron adictos. Se los comenzó entonces a conocer vulgarmente como los "consumidores de hashish" o "hashashins" en árabe lo que alcanzó nuestro idioma como la palabra "asesino".



Alamut hoy
      Hulagu Kan, nieto del famoso Gengis Kan, es el monarca mongol encargado de destruir Alamut y dispersar a los pocos sobrevivientes de los hashashins. En las condiciones descriptas no es de extrañar que sobrevivieran muy pocos dado que lucharon hasta el final contra el invasor mongol sin rendirse ni escapar ante la promesa de volver a estar en brazos de las jóvenes que les sirven vino y dátiles en sus bocas. Probablemente allí los estuviera esperando un Viejo de la Montaña notoriamente rejuvenecido ya que había muerto unos cuantos años antes del ataque invasor y a la edad de 90 años.





      Aún si no hubiera manjares, señoritas ni lujos, la sola posibilidad de volver a tener 33 años es más que tentadora. Cuiden sus cuellos porque el día menos pensado me convierto al nizarismo y salgo a cazar infieles.

Mientras tanto...que anden bien.












domingo, 19 de octubre de 2014

Una mujer entre caballeros: la historia de Margaret Knight y las bolsas de papel

      Hace algunas notas atrás hablábamos de la conservación de los alimentos. Decíamos allí que la necesidad de buscar métodos de conservación es hija directa de la abundancia. Si no sobra, no hay necesidad de conservar nada. Hoy el árbol genealógico de la abundancia nos va a brindar otra rama de la que colgarnos. Hijo también de la abundancia y por lo tanto hermano de la conservación hoy vamos a hablar de empaques.


      Cuando el hombre comenzó a cosechar más tomates de los que podía comer decidió venderlos. Del mismo modo, el que tenía tantas gallinas que no daba a basto a comerse los huevos que producían día a día, comenzó a hacer lo mismo y así nació el mercado. Cada quien con su canasta, con su cajón, con su carrito o con su bolsa de tela. Pero a su vez el mercado creció y los consumidores fueron cada vez más y más. Si había que ocuparse de criar las vacas, ordeñarlas y hacer queso con su leche, ya no habría tiempo para hacer mermelada. Por lo tanto alguien debió encargarse de hacerla y ante la imposibilidad de envolverla ni empaquetarla de ningún modo nació la rama del marketing llamada packaging que se encarga de que los contenidos estén protegidos, seguros y sean atractivos. Además de hacer un breve paseo por las diferentes historias de los diferentes envases nos detendremos en una muy particular, tal es el estilo de Bombilla Tapada. 

      El primer envase como tal se construyó con cerámicos. Ánforas, botellones, jarras y demás recipientes podían contener casi de todo. En algunos lugares del Asia menor el petroleo había surgido de forma natural, sin necesidad de perforación alguna. Formaba lagunas negras de alquitrán. (Uno de esos lagos fué llamado Naphtú y sus "aguas" tenían la particularidad de que si se las prendía fuego, lo mantenían encendido por mucho tiempo. El nombre del lago es el origen de nuestra moderna palabra "nafta"). Si el alquitrán era destilado, podía obtenerse un residuo incoloro que los antiguos llamaron pez. Las vasijas revestidas interiormente con pez se volvían impermeables de adentro hacia afuera, lo que las convertían en recipientes ideales.

      Bueno, ideales más o menos. La cerámica tiende a romperse con mucha facilidad y no era cuestión que un valioso cargamento de vinos se perdiera por culpa de un pozo en al camino. La humanidad tuvo que esperar a los celtas para poder mejorar bastante el transporte de mercaderías de manera más segura.

      Alla por el 400 antes de Cristo los celtas inventaron el barril. Aquello que estropea las puertas y curva a los marcos es casualmente lo que hace que el barril funcione de maravillas para contener líquidos o mercaderías húmedas. La humedad (del vino, de la salmuera, del agua de las aceitunas) hincha la madera y presiona fuertemente un listón contra otro. En un barril standard se pueden cargar unos 160 litros de líquido y es muy resistente a los golpes. Mucho más que las ánforas de cerámica.




      La historia no registra el nombre de quien por primera vez tejió fibras de cáñamo e hizo con el producto una bolsa. Merecería ser recordado como el inventor de la arpillera y sin duda sería millonario (o sus descendientes lo serían) dado que casi no hay producto seco que no se haya envasado en bolsas de ese material.




      Durante el siglo XII Europa ya fabricaba papel, pero llegando al 1700 el procedimiento se industrializa y las láminas comienzan a abaratar sus costos. De ahí en más la combinación de imprenta y papel barato no solo populariza los libros y periódicos sino también se inicia la industria del envasado en papel en bolsas con marca impresa. Y aquí es donde nos vamos a detener.

      Las primeras bolsas de papel eran tan solo un sobre. Un tal Francis Wolle patenta en 1852 una máquina para hacer las bolsas de modo industrial. El método era terriblemente engorroso y lento. Por otra parte, la gente no se acostumbraba a recibir sus mercaderías en bolsas de papel. De todos modos con el paso del tiempo los hábitos fueron mejorando de manera que para 1869 Wolle había establecido la Union Paper Bag Machine Company. Para ese entonces las bolsas que salían de las máquinas de Wolle eran sólo un tubo de papel. El plegado y engomado de la base debía hacerse a mano. Las bolsas habían pasado de ser un sobre a tener base pero el procedimiento seguía siendo engorroso. Pero, en la Union Paper Bag Machine Company trabajaba Margaret Knight, una mujer huérfana desde muy chica, que había podido concurrir a la escuela solo hasta los 12 años. De ahí en más tuvo que trabajar para colaborar económicamente con la familia y lo hizo justamente en la empresa de Wolle.

      Margaret se puso a estudiar el tema, en un mundo en el que la mecánica y la ingeniería eran solo cosa de hombres y en 6 meses tenía un prototipo de madera de la máquina que haría el trabajo completo (el tubo de papel y el cierre por debajo). Fabricó con él miles de bolsas mientras ajustaba todos los detalles de la máquina. La oficina de patentes no admitía modelos de madera de los mecanismos sino que los prototipos debían ser confeccionados de hierro o acero además de ser acompañados por los correspondientes planos. Viajó entonces a Boston buscando ayuda. Allí conoció al maquinista Charles Anan quien le ayudó a ultimar los detalles de su prototipo de hierro. 

      En unos meses tenía todo listo para presentarse y solicitar la patente de la máquina. Llenó los formularios, presentó el prototipo, presentó los planos, pero la patente le fue rechazada. Poco tiempo atrás había sido concedida a un tal Charles Anan. 

      A Margaret no le quedó otra que llevar a Anan a juicio. Presentó sus bocetos previos, las anotaciones de su diario y los testimonios de personas que le habían ayudado a montar sus primeros modelos a escala. Anan adujo, por su parte, que la complejidad de esa máquina no estaba al alcance del entendimiento de una mujer como su más sólido argumento. Finalmente en 1871 el jurado dejó el machismo de lado y dio la razón a Margaret Knight. Estableció entonces la Eastern Paper Bag Company y no solo recibió dinero por las bolsas que vendió su compañía sino también regalías por las bolsas vendidas por otras compañías utilizando la máquina de su invención.



       
Margaret Knight
      Fue la primer mujer en ser titular de una patente de invención en los Estados Unidos. Fue condecorada con la Real Legión de Honor por la Reina Victoria de Inglaterra. A lo largo de su vida obtuvo 26 patentes que van desde un dispositivo de seguridad para proteger las manos de los operarios de máquinas hiladoras de algodón hasta un motor rotativo pasando por una máquina para imprimir números de serie. Murió el 12 de octubre de 1914 a los 76 años. Desde 2006 su nombre figura en el Salón de la Fama de los Inventores de Estados Unidos.




Entre todos los honores que recibió en vida, solo le faltó uno, que se está cumpliendo en este acto. Ser rescatada del olvido por Bombilla Tapada.



De nada Margaret Knight, queda entre caballeros. (El que no sabe inglés no pesca el chiste final, lo lamento)

Que anden bien.



domingo, 12 de octubre de 2014

Si no puede expresarse en cifras, no es ciencia; es opinión.

- ¡Contramaestre! ¡Desate la soga esa que está atada al coso de madera largo que está cerca de la manija esa redonda con el aparato de bronce en el medio!¡Rápido!

-Doctor, fíjese. Va a tener que cortar ese cosito rojo que se ve allí, al lado del guiñapo ese medio marroncito que parece un gusanito. Parece que se está echando a perder. Enfermera, páseme el fierrito ese con forma de ganchito, como si fuera una "S". No, ese no, el más grande, el que tiene el tornillito en el medio. Gracias!

      Estas dos situaciones son ex profeso ridículas e imposibles. El lenguaje técnico necesita de una precisión que evidentemente no muestran estas dos supuestas líneas de diálogo de aquí arriba. Nuestras explicaciones están llenas de cosos y cositos particularmente frente al pobre vendedor de la ferretería, pero un ingeniero debe estar seguro de que sus instrucciones son llevadas adelante al pie de la letra y por tanto su lenguaje debe estar exento de ambigüedades tanto como les sea posible. Esto que representa una gran ventaja para los iniciados, se convierte en una barrera infranqueable para quienes miramos desde la platea. 

      Es que normalmente no tenemos ni idea de que demonios es una Chrysaora Quinquecirrha aunque hayamos salido huyendo más de una vez del mar al ver una agua viva. O pongamos cara de sorpresa ante la mención del 2-metilbutadieno aunque nuestros vehículos ruedan sobre él. El lenguaje científico - técnico nos deja definitivamente afuera. Sin embargo, reconociendo la necesidad de aquella precisión de la que hablábamos a veces nos da la impresión (o por lo menos a mi me la da) de que las cosas se complican solo por el gusto de hacerlas más herméticas. Conoceremos hoy pues, a través de Bombilla Tapada, un caso en que el embrollo del lenguaje técnico le jugó a la misma ciencia una mala pasada. Es verdad que de manera deliberada pero puso de ahí en más en duda los controles y chequeos que se hacen sobre el material científico editado. Vengan por acá, durante la conferencia habrá un break y se servirán canapés de Penaeus Monodon.

      Además de las revistas que habitualmente conocemos en donde se abordan temas generales o de espectáculos, infantiles o de deportes por poner algunos ejemplos, existe un mundo de publicaciones que están vedadas al gran público. Los científicos dan a conocer sus investigaciones y hallazgos a través de muchísimas publicaciones técnicas. Las más conocida de todas es la revista Nature. En ellas, además de directores, secretarios de redacción y diseñadores gráficos, como en cualquier otra, hay un comité científico que evalúa la seriedad y validez de los artículos a publicarse. Se supone que el prestigio de una revista científica se pone en juego en cada número. No solo caería en desgracia un científico que desarrollara un tema en base a datos falsos o erróneos sino que también la revista sería salpicada al no haber tomado los recaudos suficientes antes de la publicación. Ahora si, entremos derecho al tema.

Alan Sokal
      El tipo está por cumplir los 60 pero allá por 1996, cuando tenía apenas 40 se le dio por hacer una prueba de la que ya venía sospechando su resultado de antemano. Su nombre es Alan Sokal y se doctoró en física en la Universidad de Princeton en 1981, la misma universidad en la que desarrolló su carrera americana Albert Einstein. El Doctor Sokal se encarga de estudiar todas aquellas materias de las que uno no entiende ni un poco como la teoría cuántica de campos y cosas aún peores. Además de todo esto también dictaba clases de matemáticas de nivel universitario. Para ese entonces la Universidad de Duke publicaba una revista llamada Social Text y contra ella apuntó Sokal sus cañones. El Doctor Sokal sabía que sus editores, los de Social Text, eran propensos a publicar todo aquello que sonara posmoderno. Entonces preparó un artículo con un título pomposo, lo llenó de citas, y mezcló humanidades con física y matemáticas. El resultado era un artículo, de texto coherente pero con fundamentos descabellados llamado: Transgredir los límites: Hacia una hermenéutica transformadora de la gravedad cuántica. En él se sostenía que la gravedad funciona solo porque creemos en ella. Que es una construcción social y que si la sociedad dejara de creer en su existencia sus efectos no nos afectarían. Una estupidez grande como la Universidad de Princeton misma, y más aún en boca (o pluma) de un físico.

      Envió el artículo a la revista y a su vez preparó una carta para otra publicación. Cuando el comité científico de la revista Social Text le confirmó que publicaría su artículo en su próximo número, envió la carta que tenía preparada pero a la revista cultural Lingua Franca. En la misma le comentaba a los editores de esta última que había enviado el artículo deliberadamente falso a la publicación de la Universidad de Duke con el objeto de verificar si se hacía un control estricto de lo recibido antes de publicarlo. Según la elaboración previa de Sokal los requisitos para que un artículo sea publicado deberían ser: Que cumpla con los prejuicios que tienen los editores de antemano y que su lenguaje sea el correcto. Que utilice términos técnicos. Que tenga olor a ciencia. En definitiva, que no se entienda, porque lo que ocurrió aquí fue que no entendieron. El mismo Doctor Sokal calificó a su artículo luego como un "rotundo sinsentido". Sin embargo, envuelto en el palabrerío típico de los informes científicos, pasó por bueno.


      La revista Social Text intentó defenderse como pudo. Sokal en conjunto con su colega belga Jean Bricmont escribieron al año siguiente el libro Imposturas Intelectuales en donde se sostenía que, muchos profesionales de las ciencias sociales, toman prestados conceptos e ideas de las ciencias duras (como la química, física o matemática) sin el menos respaldo empírico de modo de imbuir a sus teorías de un aura científica por el solo hecho de que sus dichos suenan como tal. 




      Desde acá agregamos que la usurpación de términos y jerigonza científica no sólo es patrimonio, como sostiene Sokal de las ciencias sociales. Casi sin excepción las pseudociencias, con las que sus "profesionales" pueblan revistas de interés general y programas de radio y televisión hacen abuso de la terminología científica hablando de energías  fuerzas, campos y demás, sin aportar ni una sola medición, ni un solo formuleo como para que pueda ser mínimamente comprobable. 

      Y ahora, luego de haber conocido la historia de Alan Sokal, nos vamos a armonizar el aura que, según me dijeron la tengo toda desenergizada y esa es la razón por la cual me estaban doliendo los pies. Iluso de mi pensando que se trataba de las plantillas de los zapatos. 







Que anden bien.

Penaeus Monodon: Nombre científico del langostino



domingo, 5 de octubre de 2014

Todo lo que un hombre puede imaginar, otro podrá realizarlo

En principio agradezco a mi compañero de trabajo y amigo Horacio Serrano haber abierto la rendija para que abriera esta puerta.

"El barrio conserva aún el estilo del siglo XIX. Casas de ladrillo a la vista e infaltables respiraderos a la altura de la vereda indicando la presencia de sótanos. Frente al número 44 del boulevard un parque florecido de violeta le da un aspecto alegre al antiguo barrio de veredas angostas. Unas cuadras más allá la plazoleta que recuerda la Batalla de Marne y la memoria del Mariscal Joseph Joffre estalla en flores multicolores"

      Este párrafo de acá arriba describe con cierta precisión una calle de la localidad de Amiens en Francia. Lo escribí yo que desafortunadamente jamás he estado allí. Sin embargo, las herramientas informáticas, particularmente el Google Street View permiten que, luego de unos clicks uno tenga la imagen lo suficientemente clara como para describir una escena con la convicción de quien ha vivido 6 meses en ese barrio. Lo mismo ocurriría puestos a describir los fiordos noruegos, la Capilla Sixtina o la calle Temple en Detroit. En pantuflas y sin despeinarse demasiado (en mi caso particular sin despeinarme más de lo habitualmente despeinado) cualquiera con ciertas herramientas idiomáticas e informáticas puede dar la impresión de haber recorrido medio mundo desde el living o la cama. 

Julio Verne
      No siempre fue así. Existieron escritores que, en pos de la precisión en las descripciones recorrieron miles de kilómetros, perdieron varios meses y gastaron pequeñas fortunas. Y de uno de ellos hablaremos hoy. Está catalogado como un escritor de carácter juvenil en parte porque sus novelas tienen argumentos extremadamente lineales pero sus historias se han convertido en la base de innumerables guiones cinematográficos. Tenía una particular pasión por los nuevos descubrimientos y si bien no fue el padre la de Ciencia Ficción merece que se lo reconozca como uno de sus más conspicuos integrantes. Sus novelas están documentadas al extremo dado que no dudaba en recorrer los kilómetros que hiciera falta para estar en persona en el lugar donde se hubiera desarrollado la acción de su relato. Estamos hablando, por si no lo notaron hasta el momento, de Julio Verne. Lector como lo fui de Verne en mis primeros años de consumo literario nunca imaginé que detrás de sus imaginativas historias se escondieran tales secretos y misterios que si bien no seremos capaces de develar en este modesto blog quizá le sirva al parroquiano curioso para encarar una investigación personal.

      Vengan por aquí, que tenemos mucho de que hablar. El Capitán Nemo, Philèas Fogg y Michel Ardan nos aguardan dentro; no está bien visto hacer esperar a tan ilustre compañía.

Alejandro Dumas
      El 8 de febrero de 1828 nace en la isla de Feydem, Nantes, Francia Jules Gabriel Verne. Empezó estudiando en el Colegio Saint Stanislas junto con su hermano Paul. La intención de don Pierre Verne, padre de ambos, era que Julio estudiara medicina en París, pero no le salió. Y es que Nantes es un puerto marítimo y a nuestro amigo Verne le había picado el bichito de la aventura más que el de la medicina. Fue a París, pero se inscribió en Derecho. A pesar de que se recibió de abogado a los 21 años Julio Verne estaba apasionado por los conocimientos científicos que brotaban por todas partes a mediados del siglo XIX y por escribir. No ejerce su profesión de abogado o lo hace con muy poca dedicación. Pasa la mayor parte de sus días en bibliotecas y escribiendo. Su padre, enojadísimo por su negativa a estudiar medicina en principio y por no ejercer de abogado luego, le corta los víveres. Julio Verne literalmente enferma de hambre, según una muy ilustrativa carta (muy floridamente escrita pero esencialmente escatlógica) le cuenta a su madre como pasa de la diarrea al estreñimiento de un día al otro. La presencia de un tío en París lo salva en más de un sentido. Julio es presentado a Alejandro Dumas (el autor de Los Tres Mosqueteros o El Conde de Montecristo entre otras) y este se muestra interesado en alguna de las obras de teatro de Julio. Las cosas parecen comenzar a encaminarse. A instancias de Dumas es contratado como secretario en el Teatro Nacional de París. Su presencia en círculos literarios le abre posibilidades de publicar sus cuentos en varias revistas lo que sumado a su sueldo (no demasiado abultado) como funcionario del Teatro no solo lo saca del hambre sino que le permite ahorrar unos francos. De todos modos no estaba en su ánimo proveerse de tranquilidad económica a la espera de malas épocas por lo que en lugar de guardar el dinero, se compra un piano.

      Dentro del círculo literario en el que Verne se movía en París existía una especie de club misógino llamado "Los once sin mujer" al que Julio pertenecía. El 10 de enero de 1857 se casa con Honorine Deviane Morel (viuda y madre de dos hijas) y abandona el club de modo forzado. Julio Verne pretendía que la vida de casado lo ayudara a sentar cabeza pero no le salió para nada bien; ni a él ni a Honorine.

      Consigue que su padre le preste 50.000 francos y decide ser inversionista en la bolsa de valores. Con el pretexto de sus inversiones viaja por Escocia, Dinamarca, Noruega e Islandia (los que hayan leído Viaje al Centro de la Tierra entenderán de que va la cosa). Vuelve con su mujer y cuando esta le indica que está cerca de ser padre de Michel Verne su único hijo, la deja a punto de parir y sale nuevamente de viaje. Verne coleccionaba reportes periodísticos de todos los adelantos que le resultaban interesantes. Por esas fechas había ya intentos de fabricar automóviles, dirigibles y submarinos. La luz eléctrica había salido de los gabinetes de los inventores y comenzaba a utilizarse como medio de comunicación por medio del telégrafo y como medio de iluminación mediante la bombilla (no tapada sino eléctrica). Por intermedio de Dumas, Julio Verne conoce a Pierre Jules Hetzel un editor que preparaba una colección llamada Viajes Extraordinarios. Allí finalmente aparecerán los famosos y fantásticos relatos que todos conocemos de Julio Verne: Cinco semanas en globo, Viaje al centro de la Tierra, De la Tierra a la Luna, Los hijos del Capitán Grant, Veinte mil leguas de viaje submarino, la Isla Misteriosa entre otros.

      Publicó más de 60 relatos para esa colección. Ya tenemos a Julio como toda una celebridad. Varias de sus novelas se adaptan, en vida de Verne, al teatro. Los días de hambre han desaparecido definitivamente y para que quede claro, se compra un yate. Cuando parece que todo andaba sobre ruedas y que don Julio tendría una madurez serena y llena de reconocimiento su vida se convierte en un desastre, otra vez. Se lleva tan mal con su hijo Michel que decide internarlo en un hospital psiquiátrico. Su sobrino Gastón, con quien sí se llevaba bien, le dispara 2 veces durante un paseo. Una vez le erra, la otra le da en la pierna y lo deja rengo para siempre. Su sobrino termina en un manicomio como su hijo. Muere también su editor Pierre Hetzel y también su madre (la de Verne. De la de Hetzel no se sabe nada).

      Sus últimos relatos de ficción reflejan su vida real. El autor de novelas en las que el intelecto del hombre lo llevaba a límites inimaginables (la frase del título de la presente nota es de Verne) comienza a escribir relatos en donde todo termina mal. Sin ir más lejos, una de sus últimas obras escrita 4 años antes de morir llamada "El faro del Fin del Mundo" transcurre aquí en nuestro sur, en la Isla de los Estados, a las bocas del Estrecho de Magallanes. No hay otra novela en la que el villano (el pirata Kongre en este caso) sea tan cruel y violento como en esta. "El volcán de Oro", otra de sus obras finales trata de unos primos que heredan una mina de oro en Yukon. La codicia los lleva a la muerte.

      Finalmente el que se murió fue el mismo Julio Verne. Más precisamente el 24 de marzo de 1905. Su hijo  Michel encontró varios manuscritos a medio terminar y sin corregir que mandó a publicar completando con su pluma los faltantes. Hasta aquí una biografía de lo más convencional acerca de un escritor genial. Podrían agregarse unos datos de color, como para darle más brillo. Son innumerables los inventos de los que Julio Verne predijo su futura existencia en sus novelas. El Nautilus, submarino capitaneado por Nemo tiene motores eléctricos. Robur el Conquistador pilotea un barco cuyos mástiles tienen en la punta unas hélices que lo convierten en una nave voladora, como nuestros actuales helicópteros. El viaje a la Luna de su libro tiene unas notables coincidencias con los viajes reales posteriores que se realizarían más de 70 años después. La zona de lanzamiento ecuatorial, la velocidad de escape de la Tierra o el amarizaje.

      Hasta acá una biografía normal, una reseña literaria como tantas otras. Pero Bombilla Tapada siempre tiene una vuelta de rosca más.

      El 1º de mayo de 1776 (aún no se había instituido el Día del Trabajador, así que era día laboral) el Profesor Adam Weishaupt funda una logia que luego terminaría siendo conocida como Los Iluminados de Baviera. Sus objetivos eran: oponerse a cualquier forma de superstición, eliminar la influencia religiosa sobre la vida social normal, apoyar la igualdad de sexos e impulsar la educación de la mujer. Por supuesto que, a instancias de la iglesia el gobierno bávaro prohibió sus reuniones y amenazó con castigos a quienes participaran y sostuvieran tan repugnantes principios. Pero se sabe que, si hay algo difícil de encontrar es una sociedad secreta. Se sospecha que sus miembros participaron de los movimientos previos a la Revolución Francesa. De ahí en adelante la logia se mantiene oculta o bien desaparece o bien cambia de nombres y se multiplica.

George Sand
      Para mediados del siglo XIX en Francia parece reaparecer bajo el nombre de La Sociedad de la Niebla. Alejandro Dumas, ya mencionado más arriba como quien mantiene amistad y consigue a Julio Verne el trabajo en el Teatro Nacional está sospechado de haber pertenecido a la misma. En apariencia la amistad entre Dumas y Pierre Jules Hetzel no se remitía solamente a tomarse unos vermouths juntos. Dumas tenía como función reclutar nuevos valores literarios y Hertzel publicaba sus obras habiendo sido cooptado para beneficio de la logia el autor nobel. ¿Les suena? También George Sand (amante de Federico Chopin, seudónimo de Amandine Aurore Lucile Dupin) parece haber pertenecido a la Sociedad secreta. Un par de sus novelas, al menos, contienen referencias a una organización secreta llamada Secta de los Invisibles cuyos objetivos ocultos coinciden con los de los Iluminados de Baviera y por ende con la Sociedad de la Niebla. Otro supuesto miembro fue Gaspard Felix Tournachon una de las primeras personas que en Francia se dedicó al novedoso (y científico) arte de la fotografía. Anteriormente era ilustrador y firmaba con el seudónimo de Nadar. Sospechosamente, todos los personajes nombrados hasta ahora como miembros de la Sociedad de la Niebla fueron fotografiados por él.

      ¿Que sentido tendría hablar de esto si no se sospechara que nuestro amigo Julio Verne también era miembro de la Sociedad? Pues si, se sospecha que Verne fue miembro de la misma. Y nos dejó muchas señales en sus novelas de que había pertenecido a la Sociedad de la Niebla. Miren sino:

Nadar
      El personaje principal de La vuelta al Mundo en 80 días se llama Phileas Fogg. Phileas en latín tiene la raíz de la palabra hijo y Fog en inglés es justamente niebla. Una de las fraternidades iniciáticas de la época fueron (¿Y siguen siendo?) los Rosacruces fundados según dicen en 1614. Se supone que los Rosacruces y los miembros de la Sociedad de la Niebla tuvieron cierto contacto. Casi siempre los personajes de las novelas de Verne pertenecen a clubes selectos, del estilo sociedades secretas. De hecho el citado Phileas Fogg es miembro del Reform Club, que comparte iniciales con los mencionados Rosa Cruces. Del mismo modo hay coincidencia entre dicha sociedad y Robur el Conquistador, otra de sus novelas (R y C)  Llama la atención que el personaje principal de Cinco semanas en Globo se llama Ardan, claro anagrama de Nadar, el fotógrafo.

      Sin lugar a dudas Julio Verne es uno de los escritores más imaginativos de la historia. Dado que estas sociedades secretas tienen entre otras motivaciones la de promover el conocimiento puede ser que nuestro protagonista haya estado en contacto con cierta elite que le anticipara información. El mismo Verne en algún reportaje que se le hizo (no eran comunes las entrevistas por ese entonces) manifestó que no hacía falta ser un profeta ni nada por el estilo para imaginar en que terminarían los primeros sumergibles rudimentarios o los experimentos con globos rellenos de gases más livianos que el aire, por poner un par de ejemplos de dispositivos adelantados en sus novelas.

      Estudioso, masón, imaginativo o profeta venido del futuro lo cierto es que nadie mejor que él para iniciar a un niño interesado en la lectura. Desde acá la agradezco los cientos de horas pasados en su grata compañía allá por mis 12 años.

Buenas tardes y perdón por lo extenso del post de hoy.

Ah, me olvidaba. La descripción con la que se inicia este post corresponde a la casa donde vivió y murió Julio Verne. Hoy se llama en su honor Boulevard Jules Verne y queda en Amiens, Francia.



  








domingo, 28 de septiembre de 2014

Del Yo a su alacena: Pulsiones en conserva.

      A medida que uno va creciendo y madurando le van rotando las ganas de hacer cosas. De chico uno tiene ganas de correr, trepar y jugar. De grande de sentarse a leer un libro o dormir una buena siesta. De todos modos las ganas no son parejas y hay quienes se sienten en las puertas del Paraíso ante la eventualidad de jugar un partido de golf, otros gozarán asustándose en el cine ante una película de terror y los menos nos sentaremos en nuestro sillón preferido a disfrutar de un buen libro. De todos modos hay "ganas" que nos acompañan literalmente desde la cuna hasta la tumba y a todos por igual.

      Los psicólogos las llaman Pulsiones Primarias y su número varía de acuerdo con el estudioso que lo presente. Básicamente son 4 con elementos que se agregan y se quitan. El hambre, la sed, el sueño y, con perdón de la mesa, el sexo. La ausencia de satisfacción de cualquiera de esas cuatro necesidades provoca molestias no solo psicológicas, sino físicas. Dejemos a un lado la sed, el sueño y el sexo (aunque sea solo por un rato) y concentrémonos en el hambre.


      Nuestro antepasado hómnido se contentaba con unos frutos, unas raíces o algún animalito tipo liebre o pequeño gallináceo cuando no insectos y todo tipo de gusanos. Cuando aprendió a cazar en grupo pasó a los jabalíes, búfalos y mamuts. Si el grupo cazador era lo suficientemente numeroso casi no sobraba nada y aún los bichos y pájaros carroñeros terminarían la tarea. Pero el poderoso intelecto con el que nuestro mono primitivo fue provisto le complicó las cosas. El tipo inventó la agricultura y la ganadería. Ya no dependía de encontrar eventualmente un árbol de naranjas en su camino para tomar su jugo, fue capaz de plantar tantos como quisiera, donde quisiera y a la distancia de su casa que quisiera. Del mismo modo las liebres salvajes se convirtieron en dóciles conejos dispuestos a ser guisados al alcance de sus manos reproduciéndose, casualmente como conejos, al amparo de depredadores y con comida suficiente. Y no solo inventó ambas artes rurales sino que con el paso de las generaciones fue mejorando y optimizando los procedimientos de modo de quedarse con los cerdos más prolíficos o sembrando las semillas de las manzanas cuyos árboles daban más fruta. A poco de andar (unos miles de años de civilización) y de no mediar alguna catástrofe natural, el hombre superó el problema del hambre y más aún produjo un notable exceso de comida.

      Si bien las familias eran más grandes que las de ahora (con un promedio actual de uno o dos hijos) un cerdo en edad de ser faenado pesa unos 200 kilogramos. Mucha más carne de la que se puede ingerir antes de que se eche a perder. El mismo ingenio que lo llevó a criar los cerdos que más rápido y mejor se desarrollan le proveyó el camino para inventar métodos para conservar los alimentos el mayor tiempo posible sin deteriorarse.

      Podría creerse que en las épocas de los conservantes químicos y los freezers aquellos métodos primitivos de conservación han sido ya olvidados pero se trataría de un error. Bombilla Tapada hoy desarrollara, mediante una investigación de su Departamento de Artes Culinarias,  los métodos básicos de conservación de alimentos y sus fundamentos científicos. Antes de comenzar habrá que aclarar que el principal enemigo del almacenamiento de comestibles son las bacterias. Por lo tanto y aunque nuestros antepasados no lo supieran, todos los métodos tienen como finalidad mantener a las bacterias alejadas de nuestra comida. Arrímense a la mesa que ya comenzamos a servir.

      La casa de mi abuelo contaba con un interesante jardín al fondo donde crecía una higuera, un ciruelo y un árbol de pomelos. Los pomelos eran incomibles hiciera lo que se hiciese. La higuera prodigaba un par de frutos por temporada con avara economía. Sin embargo el ciruelo estallaba de frutas cada verano. Y entonces todos los miembros de la familia recibíamos semana a semana nuestra bolsa de ciruelas hasta que terminábamos odiándolas. Pasado el entusiasmo del inicio de cada verano los meses posteriores encontraban a las ciruelas excesivamente maduras estrelladas contra el suelo producto de su caída libre desde lo alto del árbol. En algún momento ocurría que alguna abuela proponía la utilización del excedente ciruelacio para fabricar dulce casero.

      La conservación en azúcar es uno de los métodos antiguos que mejor siguen funcionando. El tipo que tenía un campo con varios frutales no daba abasto a comer la fruta fresca y una excelente opción era cocinarlas con azúcar  ya sea como mermeladas o en almíbar. (Vaya como dato extra el hecho de que en gallego, el membrillo recibía el nombre de "marmello". Por tanto la palabra marmellada en principio se usaba para referirse al dulce únicamente de membrillos). Nuestro campesino no tenía ni idea de porque la fruta fresca duraba unos días en cambio el dulce lo hacía durante meses, o un año inclusive. Acá llegamos nosotros para sacarle la magia al asunto. Las citadas bacterias no tienen boca sino que comen a través de su "piel". La membrana celular que separa al interior de la bacteria del medio ambiente es permeable a la glucosa, y el tarro de dulce rebosa de ella. En un frasco de dulce las bacterias mueren intoxicadas, la discreta fisiología bacteriana no tiene modo de detener la avalancha de glucosa. Y de más está decir que al hacer hervir las frutas con el azúcar durante la cocción las que había vivas en las cáscaras o por ahí, mueren quemadas. Pero tranquilos, al no tener boca, nadie va a oírlas gritar.

      El 75% de la superficie de la bola de rocas en la que vivimos está tapada por el agua. Y no en vano. Sin agua es imposible vivir. El medio en el cual se disuelven las porquerías de nuestro organismo, el medio en el cual los nutrientes viajan, el medio en el que el oxígeno es absorbido por nuestros pulmones es principalmente acuoso. Y a las bacterias, nuestras enemigas de hoy, les pasa lo mismo. En medios sin agua no se pueden mover, no pueden comer y deben limitarse sólo a morir (pobrecitas). De ahí nuestros orégano seco, tomates secos, orejones de frutas varias, semillas como la nuez o almendra. Sin agua no hay vida, sin vida no hay bacterias y sin bacterias los alimentos duran más. Ese es todo el secreto.

       Nuestras villanas de hoy, las bacterias, esas que compiten con nosotros por nuestra comida conservada, necesitan para vivir de una sustancia llamada trimetilamina. No se asusten, no nos vamos a meter en  oscuros callejones químicos. Baste saber que en medios muy ácidos, la síntesis de trimetilamina es imposible. En medios con un Ph (no importa si no se acuerdan que es, no hace falta) por debajo de 4.5 la bacteria no puede fabricar trimetilamina y procede a morirse con toda justicia. Afortunadamente en nuestras alacenas hay vinagre desde hace muchos cientos de años. El Ph del vinagre es de 2.9, bien por debajo de los 4.5 necesarios para impedir que la bacteria viva. Todos aquellos que alguna vez disfrutaron de unas berenjenas en escabeche o unos pickles en vinagre deberán agradecer a la síntesis de trimetilamina su buena fortuna.

      Llegamos al último de los métodos de conservación (por lo menos de los más populares) que vamos a tratar hoy. Aunque no lo crean, el mecanismo por el cual se puede volver a la normalidad un tobillo hinchado y este método de conservación tienen mucho en común. Nuestro cuerpo, y el de las bacterias, tiene una precisa cantidad de sales. Nuestra piel, lo podemos comprobar durante el verano o haciendo ejercicio, es capaz de eliminar agua. Cuando uno se ha torcido el pie o se ha golpeado el tejido interno se hincha concentrando agua. Esto aprieta los nervios provocando dolor. Por lo tanto, la sabia abuela prepara un tacho con agua y una cantidad deliberadamente grande de sal. Mejor será que el agua esté tibia. La abuela no sabe porque pero nosotros si. Cuanto más caliente esté el agua, más sal se le podrá disolver. Puesto nuestro tobillo dentro del agua, la física hará el resto. La naturaleza tiene una formidable atracción al equilibrio de modo que en esa situación, donde hay una concentración de sal mucho más alta de un lado de una membrana (la piel) que del otro tratará de compensarla eliminando líquido de la parte más diluida hacia la más concentrada. Por lo tanto el agua saldrá de nuestro tobillo hacia el balde deshinchándose. Meter un fiambre en sal le provoca una fuerte deshidratación y si una bacteria pretende alimentarse de nuestra bondiola, le ocurrirá lo mismo a ella debido a su alto contenido de sal. El agua contenida dentro de la bacteria saldrá por su membrana externa y la bacteria morirá como castigo por querer apropiarse de nuestro salamín. Antes de la aparición de los métodos de refrigeración, esta era la forma más convencional de conservar carnes y la Provincia de Buenos Aires contaba con enormes "saladeros" donde se faenaba y procesaba de este modo la carne vacuna.

      Hoy la química nos entrega una gran gama de productos que no modifican el sabor ni el aspecto ni la salubridad de las comidas pero que imponen una barrera al crecimiento de las bacterias de modo que duren mucho más tiempo que el que durarían en condiciones naturales. El freezer, por otra parte permite que los alimentos se mantengan más o menos intactos por muchísimo tiempo.

      Sin embargo nos sigue deleitando la perdiz en escabeche de la tía, los quinotos en almíbar que hace la vecina y sobre todo extrañamos horrores el dulce de ciruelas de la abuela.

Buen provecho y que anden bien.